La prensa anarquista en Colombia de la década de 1920

In “El obrero ilustrado, Prensa obrera y popular en Colombia 1909 – 1929”, LUZ ÁNGELA NÚÑEZ ESPINEL

Durante el período 1921-1922 encontramos una cantidad relativamente reducida de periódicos obreros, respecto a 1919. Aunque sería necesario investigar más a fondo las causas de este descenso, parece que éste se halla relacionado con el retroceso de las luchas obreras y con el proceso de “socialización del liberalismo”. Este último fenómeno se produjo por el miedo del liberalismo a perder su caudal electoral ante el impresionante avance de socialismo, en el breve período 1919–1921, y por la necesidad de ponerse a tono con los ideales de transformación social (Revolución Rusa y Revolución Mexicana), que habían ganado honda simpatía entre la opinión pública. De acuerdo con Gerardo Molina, “Fue esa una operación muy simple, en la que el liberalismo puso las masas y el socialismo la doctrina. Aquel era fuerte, sobre todo en las ciudades, pero no tanto como para prescindir de los grupos que deseaban militar bajo otras enseñas; y los socialistas, aunque armados de un evangelio cautivador, eran numéricamente débiles y sabían por tanto que no podían llegar directamente al poder[1].

Benjamín Herrera, candidato liberal en las elecciones de 1922, prometió que si ganaba la presidencia pondría en práctica la política social que reclamaba el socialismo, si los sectores populares lo apoyaban. Efectivamente, los socialistas respaldaron su candidatura, y durante la convención liberal de Ibagué, celebrada en ese mismo año, incorporó a la plataforma de su partido algunos puntos centrales de la Constitución Socialista. Es importante señalar, sin embargo, que esto no significó la adopción de una ideología socialista por el liberalismo sino solamente de la política social, puesto que en otros puntos centrales, como la defensa del petróleo frente a los intereses del imperialismo, la Convención de Ibagué se declaró partidaria de la inversión de capital extranjero en el país[2].

De otro lado, aunque no es fácil precisar cuándo llegó con fuerza la influencia marxista al país, ésta se hizo más evidente desde 1918, año en que algunos pequeños grupos empezaron a estudiar y a reivindicar estas ideas. Sin embargo, fue sólo hasta finales de 1922, con el eclipse del Partido Socialista, que se empezó a diferenciar el “socialismo”, del “socialismo de izquierda” o “socialismo revolucionario”. La existencia de estas posiciones se puso de manifiesto ante la opinión pública nacional, en mayo de 1924, durante el Primer Congreso Obrero y la Conferencia Socialista, que sesionaron en forma simultánea en Bogotá. Allí no solamente rivalizaron socialistas del partido de 1919 y socialistas revolucionarios, sino que también hicieron presencia algunos líderes anarquistas y otros que se autodenominaron comunistas[3].

Con todo, aun cuando en el Segundo Congreso Obrero de 1925 se presentaron las mismas fuerzas políticas que en el del año anterior y el evento fue organizado por la Unión Sindical, de tendencia anarcosindicalista, se logró mantener la unidad y dar un paso adelante en la organización de los trabajadores con la creación de la Confederación Obrera Nacional (CON), que, además, se afilió a la Internacional Sindical Roja. Esta situación de concordia cambió radicalmente, en el Tercer Congreso Obrero de 1926, cuando, tras una fuerte discusión entre socialistas y anarquistas en torno a la conveniencia de crear un partido político, los primeros lograron imponerse e impulsaron la fundación del PSR[4].

Estos hechos fueron significativos para la prensa obrera, no sólo por el indudable impulso que le dieron la CON y el PSR, sino también porque marcaron los temas y delimitaron los espacios de acción y de confrontación de los mismos periódicos. Al respecto, pueden considerarse tres ejemplos: primero, la afiliación a la Internacional Sindical Roja, significó la posibilidad de recibir y publicar boletines y noticias de la Rusia soviética y del movimiento obrero internacional; segundo, algunos de los delegados obreros a los congresos se convirtieron en corresponsales de los pequeños periódicos para cubrir el evento y entrevistar dirigentes populares de otras regiones del país y, tercero, la escisión política del movimiento obrero alimentó el debate periodístico entre periódicos anarquistas, socialistas revolucionarios y socialistas independientes.

Este último punto es muy importante, porque es muy fácil pensar que en el último lustro del período toda la prensa obrera estaba vinculada con el Partido Socialista Revolucionario, dado el protagonismo político que alcanzó esta organización. Sin embargo, había una prensa claramente anarquista y periódicos socialistas que nunca se vincularon con el PSR. Lo singular del caso, es que no se trata de tres tipos de prensa diferentes, sino de dos: la anarquista (de la cual nos ocuparemos más adelante) y la socialista revolucionaria, donde están los periódicos del PSR y los independientes.

(…)

Si bien, desde la segunda década del siglo pasado, algunos periódicos, como Ravachol, reivindicaban el anarquismo, no había claridad ni coherencia teórica frente al significado de esta ideología. Sin embargo, esto cambió durante los años veinte, con el surgimiento de grupos libertarios más definidos ideológicamente, que desarrollaron un intenso trabajo político acorde con su ideología y se dotaron de órganos periodísticos para dar a conocer sus ideas. Los lugares donde se concentraron estos grupos, y por consiguiente la prensa anarquista, fueron Bogotá, Barranquilla y Santa Marta. En 1924, apareció en Bogotá, el grupo Antorcha Libertaria y reinició la publicación del periódico La Voz Popular, bajo la dirección de Carlos F León. Este periódico ya había circulado con el subtítulo de “Semanario Liberal Obrero”, pero había sido suspendido durante seis meses, por diferencias dentro de su grupo de redacción. Así, reapareció en 9 de noviembre de 1924, como órgano de la organización política que acababa de formarse[5]. Posteriormente, aparecieron otros periódicos anarquistas; en 1926, el grupo Pensamiento y Voluntad empezó a editar un periódico con el mismo nombre, y en 1928, Biófilo Panclasta dirigió, por un breve tiempo, El Libertador.

En 1925, el grupo anarquista de Barranquilla, “Vía Libre”, fundó la Federación Obrera del Litoral Atlántico (FOLA), a la que pertenecían 16 sindicatos de Barranquilla y algunos otros de localidades vecinas. Para el desarrollo de sus objetivos llevaron a cabo conferencias, mítines, reuniones sindicales y de propaganda, representaciones teatrales y la edición del periódico Vía Libre. Este semanario estuvo bajo la dirección de Gregorio Caviedes y del anarquista español Elías Castellanos. A partir de las fuentes existentes no podemos determinar qué tanta acogida tuvo; sin embargo, desde un principio evidenció dificultades económicas y debió hacer concesiones que estaban en contra de su ideología, como insertar avisos comerciales. En efecto, en la primera edición del periódico, Gregorio Caviedes afirmó que “la prensa revolucionaria no debía aceptar anuncios y subvenciones de los explotadores”, pero, en el número siguiente, presentó excusas a sus compañeros por haberse visto obligado a insertar anuncios[6] .

En 1924, se conformó el Grupo Libertario de Santa Marta, que desarrolló su acción política en esa ciudad y con los trabajadores de la zona bananera, intentando contrarrestar la influencia del sindicalismo liberal y patronal. Para ello, este grupo utilizó su periódico Organización, conferencias, mítines, boletines y giras de propaganda. Así mismo, organizó una Comisión de Propaganda que llevaba el mensaje libertario a diversas poblaciones, tratando de crear o reorganizar sindicatos de acuerdo con sus principios. En forma autónoma realizó dos grandes giras de propaganda por la zona bananera; una, en diciembre de 1924, y otra, en marzo de 1926, y posteriormente colaboró en la organización y ejecución de la gira de María Cano e Ignacio Torres Giraldo, a comienzos de 1928.

Los periódicos anarquistas compartían un núcleo temático común: difusión del proyecto anarcosindicalista, exaltación de los obreros, apoliticismo, internacionalismo, anticlericalismo y ateismo, antimilitarismo, preocupación por la situación de la mujer y difusión de artículos de anarquistas reconocidos, como Reclús, Kropotkin, Anselmo Lorenzo, entre otros[7]. Al hacer un análisis comparativo con los periódicos obreros de otras tendencias, queda claro que existen muchos elementos compartidos, pero también algunos matices diferentes y puntos de ruptura que permiten definirlos como un tipo de prensa específico.

Paradójicamente, la principal diferencia no es la presencia de la ideología anarquista, que si bien está más claramente definida en estos periódicos, no es exclusiva de ellos, sino que es posible encontrarla junto con otras ideologías en la prensa radical, socialista y socialista-revolucionaria. El elemento de la prensa anarquista, que no encontramos en ningún otro tipo de publicaciones, es el ateismo. Como vimos anteriormente, no era atea siquiera la prensa anticlerical de la segunda década del siglo; por el contrario, aquélla y todas las demás tendencias, estaban imbuidas en un pensamiento religioso muy fuerte.

Los periódicos anarquistas defendían la idea de que los dioses eran “hijos de la fantasía” de los hombres y que ninguna religión lograba salir bien librada de un análisis hecho por la ciencia. Además, trataban de mostrar cómo la religión, que en principio no tenía nada que ver con la organización obrera, conllevaba consecuencias negativas para los intereses de los trabajadores, haciendo fuertes críticas al Clero, en términos muy similares a los utilizados por radicales y socialistas:

Es necesario saber que el clero, agente nefando del capitalismo, es el encargado de obscurecer los cerebros de la clase proletaria, él toma a su cargo la educación del campesino llenándole la cabeza de mostruosos (sic) errores, enseñándole la ciega obediencia al tirano que explota y lo roba (…) Le enseña también a respetar las autoridades que en nombre de la ley lo lanzan a la calle a morir de frío y de hambre. Le enseña a amar la patria y le dice que por ella debe sacrificar sus hijos, su vida, sus padres, y cada vez que lo puede mandar a asesinar hermanos lo despide regalándole una medallita y una bendición (…) No para aquí la misión del clero, está a su cargo mantener encendidas las pasiones políticas para así tener divididos a los obreros, agitan la cuestión religiosa de acuerdo con los políticos de profesión, que a su vez disimulan atacar al clero, pero es una mentira, pues clero y política son dos ramificaciones de un mismo origen y con un mismo fin: mantener al pueblo en la ignorancia para explotarlo a su antojo y provecho.[8]

El antimilitarismo expresado en la prensa anarquista, no implicaba solamente el rechazo a la guerra (interna o externa), como lo hacían los periódicos de la década de 1910, sino también un profundo cuestionamiento a la legitimidad de la institución militar. Estas ideas estimularon el desarrollo de una campaña tendiente a que los soldados desertaran de sus batallones y se unieran a la lucha popular. Esta postura no era exclusiva de esta tendencia, sino compartida por los socialistas–revolucionarios, que también emprendieron una campaña similar en todas las regiones donde tenían trabajo político. En los años de 1928 y 1929, en el contexto de aprobación de la Ley Heroica, la huelga de las bananeras y la fallida “insurrección bolchevique”, la agitación entre los soldados fue especialmente fuerte a través de arengas, hojas volantes y, en menor medida, la prensa. Como parte de esa labor de agitación, se afirmaban cosas de este estilo:

“(…) Sí, camarada policía: Reflecciona (sic) fríamente estas amargas verdades y veréis como sacáis en consecuencia de que tú también eres hermano de nosotros, de que tú (sic) también te explotan los BURGUESES, que tu salario como el nuestro, tampoco te alcanza jamás para nutriros… Que quizás nosotros los Obreros vivimos una vida más amplia que la tuya, pero que no por eso deja de ser de oprobio y de miseria; por eso nosotros esperamos también tu contingente, para que con tu ayuda podamos formar la “futura sociedad de los iguales”. Sí, camarada policía… que esas ARMAS que os dieron los ensimismados CAPATACES de la BURGUESÍA para cuartar (sic) todo movimiento de justicia social, y hacer eterna su cruel dominación para explotarnos, no las volváis a emplear contra tus hermanos los obreros, sino contra los zánganos que en virtud de odiosos privilegios y… de nuestra cobarde tolerancia, quieren hacer indefinida su bárbara dominación sobre la tierra.[9]

Está situación creó alarma entre las autoridades y falsas expectativas entre los militantes políticos que, por ejemplo, nunca pensaron que las tropas presentes en la región bananera de Santa Marta fueran a disparar contra la población[10].

En el análisis de la situación de la mujer, compartieron con los socialistas la fe en los beneficios que traería la educación y, en un nivel más abstracto, la revolución social, con lo cual se resolverían de una vez y para siempre todo tipo de injusticia y desigualdad. La diferencia radicaba en el mayor número de artículos escritos por mujeres sobre el tema, en los que, si bien compartían el esquema explicativo esbozado anteriormente, había un sutil desplazamiento del problema, que cuestionaba también la concepción patriarcal de los mismos obreros[11].

Las relaciones entre la prensa anarquista y la prensa socialista–revolucionaria no son fáciles de caracterizar. Teóricamente, debían existir diferencias ideológicas importantes, pero la falta de claridad política, especialmente entre los socialistas, implicaba que no se vieran estas ideologías como divergentes y que muchos líderes socialistas retomaran principios y formas de acción del anarcosindicalismo. Por su parte, los anarquistas fueron más firmes en su crítica al socialismo de corte soviético, aunque, en algunas ocasiones, la debilidad política los convenció de la necesidad de trabajar mancomunadamente.

El periódico Organización, del Grupo Libertario de Santa Marta, adoptó una línea de acción unitaria con otras corrientes socialistas, lo que en la práctica se tradujo en la organización de la gira de María Cano e Ignacio Torres Giraldo por la zona bananera, a comienzos de 1928, y un contacto permanente entre el grupo de Santa Marta y el PSR. Sin embargo, como se viene señalando, esta no fue la conducta general de los anarquistas frente a los socialistas. En 1925, en las páginas de Vía Libre, se hicieron fuertes críticas a la idea de fundar un partido político, a la pretensión de los comunistas de controlar las organizaciones obreras del país, y a las ideas autoritarias, ya que “estos señores devotos de San Lenin creen que la dictadura roja por ser propiedad de ellos es buena[12]. Los anarquistas reconocían a la Revolución Rusa como la más importante en la historia de la humanidad, pero consideraban que, con la instauración del Partido Comunista, nuevamente se había impuesto la tiranía sobre el pueblo:

La revolución rusa es sin duda una de las más grandes jornadas en la historia de las convulsiones sociales llevadas a cabo por un pueblo insurrecto contra la tiranía zarista que lo lapidaba y escarnecía durante siglos. Este hecho ciclópeo eclipsa todos los demás hechos revolucionarias habidos con anterioridad a él. Lo reconocemos. Pero lamentamos su fracaso, fracaso que ciframos en el no afianzamiento del motivo céntrico de esa revolución: La Libertad.[13]

Durante 1928, se presentó una confrontación muy fuerte con PSR, pues a través de la prensa se le criticaron sus acercamientos con el liberalismo y se denunciaron actuaciones incorrectas de algunos dirigentes de ese partido. Después de la masacre de las bananeras se cuestionó, además, la dirección dada por los dirigentes del partido a ese conflicto. En este debate se mezclan dos contiendas claramente diferenciadas: una teórica, sobre el carácter y los alcances de la Revolución Rusa, y otra, sobre quién debía tener la dirección del movimiento obrero colombiano, donde entraban en disputa el PSR, los anarquistas y los socialistas independientes.     


TITULOSUBTITULORESPONSABLESCIUDADAÑOS
Via Libre  Barranquilla1925
Adelante Carlos F. León ; Luis A. RozoBogotá1925
El Libertador Biófilo PanclastaBogotá1928
La Voz Popular B. Mora López ; Carlos F. LeónBogotá1923 – 1928
Pensamiento y Voluntad Carlos F. León , Luis A. Rozo ; R. Ruiz (G)Bogotá1926 – 1928
La Antorcha  Bogotá 
Organización C. Castilla Villareal ; Nicolás BetancourtSanta Marta1925 – 1926
Civilización Sindicato de Voceadores de PrensaBogotá1923 – 1927

[1]  G. Molina, Las ideas liberales en Colombia, 1915–1934, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1974, p. 130. La expresión, “socialización de liberalismo”, la hemos tomado de este autor.

[2] Ibíd., p. 129 y ss; M. Medina, Historia del Partido Comunista de Colombia, t. I, Bogotá, CEIS, 1980, p. 72; I. Torres Giraldo, Los inconformes, t. 3, Bogotá, Editorial Latina, 1978, pp. 709-713.

[3]  M. Medina, op. cit., pp. 79-84. Este último autor y Diego Jaramillo, consideran que los años 1923-1926, constituyen un período de transición hacia la consolidación de un socialismo marxista. Ibíd., p. 84; D. Jaramillo, Las huellas del socialismo, Toluca, Facultad de Humanidades de la Universidad del Cauca-Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Autónoma del Estado de México, 1997, p. 65.

[4]  Para esta época, el grupo comunista ya se había disuelto, tras la muerte de Luis Tejada y la expulsión del país del ruso Silvestre Savitski en agosto de 1925.

[5]  La Voz Popular, Bogotá, No. 80, 9 de noviembre de 1924, citado en: Alfredo Gómez, Anarquismo y anarcosindicalismo en América Latina Colombia, Brasil, Argentina, México, Barcelona, Rueda Ibérico, 1980., p. 33.

[6]  A. Gómez, op. cit., p. 61; Gregorio Caviedes, “Orientaciones”, en: Vía Libre, Barranquilla, Nos. 1 y 2, 4 y 10 de octubre de 1925.

[7]  A. Gómez, op. cit., pp. 33–39, 58, 62–68. Véase, especialmente, “Rebeldía Triunfante” y “Declaración de Principios”, en: La Voz Popular, Bogotá, No. 80, 9 de noviembre de 1924, citados en Ibíd., pp. 34 y 36; Pensamiento y Voluntad, Bogotá, No. 2, 1926 (sin fecha).

[8]  “Para qué sirven las religiones”, en: Pensamiento y Libertad, Bogotá No. 2, 1926 (sin fecha).

[9]Meditación”, Hoja volante escrita a máquina, en: AGN, FMG, S1, t. 212, fs. 194–196.

[10]  Anderson Pacheco, “Del antimilitarismo. A la juventud”, en: Vía Libre, Barranquilla, No. 1, 4 de octubre de 1925, citado en: A. Gómez, op. cit., p. 64.

[11]  Véanse, por ejemplo, los apartes de un artículo escrito por Ana María García, en: Vía Libre, Barranquilla, No. 1, 4 de octubre de 1925, que se trascriben en: A. Gómez, op. cit., pp. 66–67.

[12] “Política Obrera”, en: Vía Libre, Barranquilla, No. 2, 10 de octubre de 1925.

[13]  “Del paraíso soviético”, en: Pensamiento y Voluntad, Bogotá, No. 2, 1926 (sin fecha).

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Otros articulos :

El movimiento obrero en· Colombia (1925)

Informe del grupo Antorcha Libertaria de Bogotá,
 al comité administrativo de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), sobre el estado del movimiento obrero en Colombia.

LA REVISTA INTERNACIONAL ANARQUISTA, número 6, 15 abril 1925

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Anarcosindicalismo Hoy en Colombia :

https://www.facebook.com/ULETsindical


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