El 3 de enero de 1923, en la ciudad de México, el sindicato de la Compañía del Transporte desata una histórica huelga.
Afiliados a la anarcosindicalista CGT, sección en México de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), los obreros suspendieron en su totalidad el servicio de tranvías. En medio del esquirolaje y formación de una «Unión» que pacta con Obregón, la lucha se recrudece y el 21 de enero la huelga plateada con anterioridad se vuelve más salvaje y con el apoyo masivo de varios sindicatos de alrededor de México y el mismo DF comienza a arder.
El 1 de febrero el gobierno de Obregón se decide a dar por terminada la huelga y hace circular tranvías conducidos por esquiroles protegidos por militares, y durante una asamblea en las instalaciones de la CGT, que entonces se encontraban en la calle de Uruguay en el centro histórico, se supo que un tranvía desafiaba la huelga avanzando hacia el local de la CGT custodiado por dos militares.
Al saberse la noticia se levantaron barricadas y se incendiaron las mismas, colocando banderas rojinegras que resguardaban las barricadas.Al llegar el tranvía un militar apuntó a los anarcosindicalistas y uno de ellos le arrebató el fusil y lo golpeó en la cara.
El esbirro murió, y al ver esto el otro militar y el conductor bajaron para enfrentar a los anarcosindicalistas, pero entre ellos había antiguos militantes de los Batallones Rojos y sacaron sus armas matando en el acto a los otros dos que los enfrentaron.
Pronto llegó la policía y la calle de Uruguay, delante de las oficinas de la CGT, se convirtió en un terreno que se disputaba a tiros entre anarcosindicalistas y policía.
Ante la llegada de refuerzos fueron detenidos 150 anarcosindicalistas, se hallaron otros 4 muertos y 15 heridos.
El local de la CGT fue ocupado militarmente, el sindicato de panaderos, también anarcosindicalista, fue clausurado y ocupado militarmente. También se ocupó militarmente los locales anarcosindicalistas de Indianillas, San Antonio Abad y el Zócalo.
En palabras de algunos historiadores, el DF parecía estar en estado de sitio.
La represión se ensañó con los anarcosindicalistas y en apoyo a la represión ejercida por el gobierno vinieron telegramas de la CROM (que se beneficiaba directamente de la eliminación del enemigo anarcosindicalista), el Partido Fascista Mexicano, la Federación Fascista de Tamaulipas y otros reaccionarios.
La CGT se recuperó por un tiempo pese a la represión, pero comenzó su declive hasta su desaparición final en los años 30.