Experiencias autogestionarias en salud: El legado de Gandulfo en La Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942)
Self-Management and health. Gandulfo’s legacy in the «Sanitary Page» and worker’s polyclinic (1923-1942)
Fabián Pavez
Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile.
There are many ways to understand self-management. They vary from Government-dependent technical-administrative meanings (i.e. hospital self-management, in the context of health reform in Chile), to those related to efforts to abolish the State. Thus, the «self-management» concept was developed from the very beginning by the anarchist movement as one of its organizational principies. Henee, there is a need to break myths and prejudices about anarchist philosophy seen as a synonym of chaos, and to review its deeply constructive aspects and its highly moral character, hand in hand with genuine self-management in health. In this context, the work of Juan Gandulfo, a physician and anarchist, in the management of the Worker Polyclinic of the Industrial Workers of the World (IWW) and its diffusion media «The sanitary page» must be emphasized. The aim of this paper is to review the history of particular initiatives in self management, complementing them with some biographical aspects of Dr. Gandulfo’s life.
(Key words: History of Medicine; Public health practice; Social medicine)
Los años alrededor de 1920 estuvieron marcados por inestabilidad política y ebullición social, productos de la caída en el precio internacional del salitre, la migración campo-ciudad y las paupérrimas condiciones de salud, vivienda y trabajo en que se encontraban las clases sociales desfavorecidas.
En este escenario, en 1919 se fundó la sección chilena de la «Industrial Workers of the World (I.W.W.)», organización sindical de inspiración anarquista fundada en junio de 1905 en Estados Unidos de Norteamérica.
[comentario additional al texto de origen : En 1922, la I.W.W. de Chile participo a la creacion de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) que reunio a todos los anarcosindicalistas del mundo. La IWW paso a ser en 1924 – primera año de publicación de la Hoja Sanitaria – la sección chilena de la AIT]
la IWW-AIT preconizaba la «acción directa»; es decir, la directa participación de los trabajadores en la resolución de sus problemáticas, ya fuese mediante la propaganda, el boicot a los explotadores, la huelga, la democracia directa, etc. Al alero de esta organización, y bajo los principios de autogestión y acción directa, tuvieron lugar las experiencias descritas en el presente artículo.
LA HOJA SANITARIA I.W.W.
Bastante se ha escrito sobre el Dr. Juan Gandulfo como dirigente estudiantil, algo menos, como médico. Pero sin duda, poco o nada se ha escrito sobre aquella particular faceta que mezcló su profesión con el genuino interés por la cuestión social de la época.
El 22 de marzo de 1957 se inauguró en el Hospital Calvo Mackenna el Taller de Prótesis Ortopédicas Dr. Juan Gandulfo Guerra. En dicha ocasión, Pedro Godoy (Rector de la Universidad de Chile en 1932) pronunció un discurso en que dijo: «Por espíritu previsor gastó mucho de su bien ganado dinero en enseñar la higiene entre los obreros por la propaganda más directa y más sencilla: en hojas voluntes»1. Dichas hojas volantes pretenden ser rescatadas del olvido mediante el presente trabajo.
La Hoja Sanitaria fue la publicación mensual del Comité Sanitario, dependiente de la IWW. Es uno de los pocos rastros que quedan de una iniciativa por la autogestión de la salud en Chile. Cobra relevancia el examen de este periódico para comprender cómo un puñado de hombres se dio a la labor de intentar desterrar arraigados mitos y constituirse en referentes para la educación de los obreros en materia de salud. Sin embargo, no fue tarea fácil; en alguna medida, por el escaso apoyo que encontró en ciertos sectores obreros, ora porque consideraran inútil la labor realizada, ora porque tuvieran la arraigada costumbre de muchos grupos «pseudo-libertarios» de usufructuar de los beneficios sin apoyar económicamente el desarrollo de iniciativas autogestionarias*.
Respecto al primer punto, el propio Gandulfo declararía: «(…) se ha mirado despectivamente la labor que realiza esta Hoja, por considerarla casi inútil. Profundo error ha sido éste. Tenemos la pretensión de ir formando una fuerza nueva en la organización obrera, ya que cada hombre que tenga conciencia de su derecho al bienestar irá sintiéndose descontento del ambiente en el cual el actual régimen lo mantiene y -por consiguiente-nacerá en él y se desarrollará la idea y luego la necesidad de romper el actual estado de cosas para reemplazarlo por uno nuevo en que cada individuo viva mejor y sea más libre. ..»2.
La imprenta Liberta, ubicada en Nataniel 1057 -el mismo sitio donde funcionaba en las noches el Policlínico Obrero-, se encargó de elaborar la publicación, que vio la luz con su primer número en junio de 1924, distribuyéndose de manera gratuita hasta la extinción del «superávit» generado por el Policlínico (que financiaba la publicación), en diciembre de 1925. Desde el número once, el valor del periódico sería de 10 centavos para costear el tiraje de 2.000 ejemplares.
Pero no sólo debieron enfrentarse problemas de financiamiento y desidia de parte de algunos sectores obreros. La persecución política fue otro reto a resolver. La IWW, declarada ilícita por la superioridad gubernativa, no pudo seguir a cargo del Policlínico; por lo cual, en el último número disponible de la Hoja Sanitaria (noviembre de 1927) y tras un silencio de cinco meses -tiempo hipotéticamente destinado a la reorganización de los servicios-, apareció la noticia de que dicha «Repartición Sanitaria Popular» pasó a ser propiedad del Dr. Gilberto Zamorano.
Así, el Centro de Salud continuaría -bajo dirección del Dr. Gandulfo- «… atendiendo solícitamente a los trabajadores y a todas las personas que soliciten los servicios sanitarios (…) a pesar de este cambio y de no tener subvención de filántropos ni de nadie; no ha cambiado su fin de altruismo y bien social por el mezquino mercantilismo. No ha variado los honorarios (…) Se garantiza que en el servicio no hay distingos ni preferencias de clase... «3.
La «Hoja Sanitaria», a secas, pasaría a ser la publicación del Policlinico Obrero. Luego de 24 números de regularidad encomiable, vería truncada su labor de propagación de la higiene.
Es necesario entender la publicación como una instancia destinada a la educación de los trabajadores en importantes aspectos de salud: higiene, salud mental, educación sexual, enfermedades infecto-contagiosas (E.T.S., tuberculosis, viruela, rabia, pediculosis, sarna, tifus exantemático, etc.), temas de pediatría y puericultura, nutrición, salud buco-dental, entre otros. Es importante destacar, además, la lucha contra el alcoholismo del Dr. Guillermo Puelma. Así también, desde esta tribuna se dio una batalla sin cuartel a la autome-dicación y a los charlatanes, que lucraban con los problemas de salud de los obreros, generando graves complicaciones de las enfermedades que éstos padecían. El Dr. Gandulfo aprovechó su experiencia con los «componedores de huesos» describiendo errores gravísimos: fracturas que de cerradas pasaron a expuestas, obligando a amputación de extremidades; o enfermos con mal de Pott que, en lugar de ser inmovilizados, fueron tratados con maniobras hasta generar fracturas (cuyo sonido atribuyeron a curación).
Impresionan los avanzados conceptos de salud integral que se manejaban: concepción de la importancia de la higiene, el aire puro, el ejercicio físico (incluidas lecciones de natación mediante textos y fotografías), la salud mental y la nutrición. Respecto al último punto, se educaba a obreros y madres de familia en la creación de un menú semanal accesible y nutritivo, y la compra de alimentos económicos de alto rendimiento energético.
Por ejemplo, sostiene el Dr. Uribe y Troncoso: «Durante una huelga, una pobre mujer gastó sus últimos diez centavos en lechugas para alimentar a su familia que tenía hambre. Si hubiera comprado fréjoles, habría obtenido con el mismo dinero setenta veces tanto alimento (…) Con muy poco dinero, un ama de casa puede alimentar a su familia buscando los alimentos baratos que den los materiales reconstituyentes y la fuerza necesaria al organismo; y aprendiendo, además, cómo debe cocinarlos de manera que sean agradables al gusto y se digieran con facilidad. «4.
Así también, la labor educativa del periódico no se limitaba a las enfermedades somáticas, sino también a la protección de la infancia: «(…) téngase presente que a las guaguas puede educárseles, esto es, formarles hábitos, pero sin necesidad de pegarles, como suele hacerse por muchas madres.»^. Merece ser destacado el tercer número (septiembre de 1924), dedicado a los obreros carboníferos de la región sur. En éste aparece un artículo del Dr. Walter Fernández (por ese entonces, jefe del Laboratorio de Histología de la Escuela de Medicina) que aborda el tema de la anquilostomiasis. Resulta interesante detenerse en su historia, descrita en la editorial del periódico con las siguientes palabras: «La forma más sublime del heroísmo es la proporcionada por el héroe científico; la del hombre que, conociendo los peligros de una enfermedad, se la produce inoculándose los parásitos que la determinan a objeto de beneficiar a sus semejantes.
Tal es el caso del doctor Walter Fernández, quien, para demostrar la existencia de la anquilostomiasis en nuestras minas de carbón, introdujo en su cuerpo y en el de su hermano el agente de la anemia de los mineros.
Demás está decir que esto no ha conmovido a nadie, pues el Gobierno no ha tomado ninguna medida para curar a los obreros, a quienes tanto ama; y las Compañías Mineras llegaron a impedir violentamente al doctor Fernández la terminación de sus investigaciones. Los obreros, por su parte, mandan diputados y senadores a gritar al parlamento. ..
(…) el doctor Fernández no ha podido curar de su enfermedad, que adquirió con su interés de sabio y de amigo de los obreros»».
En el mismo sentido, ni las actividades de difusión de la Hoja Sanitaria, ni la labor desarrollada por el Policlinico, perseguían fines puramente asistenciales; pues se entendía su labor autoges-tionaria como parte de un proceso revolucionario que no estaba desligado del quehacer de la IWW, pese al grupo variopinto de colaboradores y el carácter ecléctico de los artículos. Sin embargo, la figura aglutinadora -constituida por Gandulfo-imprimía un carácter radical a la labor, encaminada hacia la revolución social.
Resulta fácil comprender, desde la personalidad de dicho personaje, la colaboración de hombres con distintos sustratos ideológicos, pero de base humana cabal cuya convicción estaba al servicio de la medicina social. Como señalaraArmando Alonso Vial: «pocosprescindían tanto de la ideología de los demás para otorgar el aprecio como él (.. )»7.
Algunos artículos de Gandulfo revelan la finalidad libertaria de las acciones desarrolladas. A pesar de que las alusiones a temas contingentes o de difusión del ideario anarquista fueron escasas -comprensible por la línea editorial de la publicación-, no estuvieron ausentes del todo; quedando bien delimitadas las relaciones entre la Hoja Sanitaria, el Policlínico, la IWW, y otras organizaciones obreras y de arrendatarios (Figura 1). La Hoja Sanitaria y el Policlínico Obrero, junto a su labor específica en salud, representaron a su manera otra forma de la «propaganda por el hecho» desarrollada por los anarquistas (cuya acepción histórica llegó a ser tan tristemente célebre como sinonimia del magnicidio, asesinato político o atentados con bombas). Fue así que mediante su acción se estimulaba la afiliación de los obreros a la IWW, al obtener de este modo los servicios del Policlínico a bajo costo. El propósito: «… fomentar la organización y demostrar, con hechos bien fehacientes, que los productores, estrechamente unidos son capaces de asegurarse -sin necesidad de leyes draconianas y leoninas (.. .)-la salud y la vida (.. .)»8.
EL POLICLÍNICO, UNA REALIDAD AUTOGESTIONARIA
En junio de 1922, la Unión Local de la IWW propició la formación de un policlínico para atender a los trabajadores y sus familias. En ese entonces, Gandulfo expuso detalladamente los beneficios que éste reportaría, «ya que la ciencia médica está acaparada por el capital con el consiguiente perjuicio para la mayoría de la humanidad»9.
En noviembre de 1922, el periódico «Acción Directa» -órgano de difusión de la IWW- advirtió: «(…) Al Marjen (sic) de Nuestra Unión se está formando un policlínico donde puedan ser atendidos los obreros en las diferentes enfermedades que entran dentro de las fábricas y en los cuartos inmundos que se ven obligados a habitar en este régimen corrompido y corruptor. La actividad que se está viendo en la comisión encargada, nos hace confiar que pronto sea una bella realidad. «10.
En diciembre de 1922, el proyecto gozaba de un éxito halagador (Figura 2), reuniéndose más de mil pesos para su instalación, además de instrumental quirúrgico y mobiliario9. El 11 de junio de 1923, se inauguró el Policlínico de la IWW11. Desde el día siguiente, se abrirían las puertas de Nataniel 1057 para atender a los obreros y sus familias y no se cerrarían, pese a las adversidades, hasta bastantes años después. Este Centro de Salud funcionaba de lunes a sábado (prestando atención médica los días lunes, miércoles y sábado; y dental, los martes y sábado), de siete y media a nueve de la noche, a fin de poder atender a los obreros luego de finalizadas sus faenas. Para gozar de los servicios se debía pagar una cuota de incorporación (un peso) y una cuota mensual (dos pesos). La familia del cotizante tenía acceso a los mismos beneficios, pagando la mitad del precio que el público general8; en cuanto a los procedimientos dentales, los socios de la IWW tenían un descuento de 10%12. Un requisito indispensable para la atención era mostrar al delegado y al médico de turno la libreta social con las cuotas (social y sanitaria) al día13. El funcionamiento del Centro estaba a cargo de un médico jefe y dos auxiliares (estudiantes del último año de medicina), una matrona, un dentista, un practicante y un delegado de turno13. Se realizaban consultas, inyecciones, curaciones, lavados, pruebas para el diagnóstico de la sífilis (R. Wassermann), exámenes de jugo gástrico y orina, extracciones y curaciones dentales14. Posteriormente, durante la primera semana de marzo de 1926, se ampliaría el Servicio Dental15, realizándose extracciones bajo anestesia, obturaciones con amalgamas, oro o cemento, tratamientos radiculares, topes de oro, coronas, placas, parches, ganchos de oro, etc12. Sin embargo, como he destacado anteriormente, el Policlínico IWW no cumplía funciones puramente asistenciales, como bien da cuenta su balance luego de tres años de funcionamiento: «( ) En este tiempo hemos creído probar con hechos que los obreros somos capaces de organizar nuestros servicios médicos sin la ayuda del Estado, ni de las instituciones filantrópicas, gracias a la iniciativa libre»11. Labor que se vería entorpecida en noviembre de 1927, cuando el Policlínico dejó de pertenecer a la IWW, pese a lo cual, continuó su actividad. Y lo seguiría haciendo, incluso posterior a la muerte de uno de sus principales impulsores: el Dr. Gandulfo.
El Policlínico debió no sólo enfrentar la persecución política del Estado, sino también, las habladurías y el abandono por parte de los obreros: «Durante 12 años de labor sin interrupción ha servido para demostrar lo que puede la voluntad de los hombres al servicio de una causa. Hemos laborado en silencio, pero con entusiasmo. No queremos dejar en silencio ya nuestra obra, por razones fáciles de explicar. Los trabajadores aún no han comprendido que esta obra es de los trabajadores y para los trabajadores. No hay ni un derecho para hacer juicio equivoco, porque nuestra conciencia de revolucionario está trazada por la senda recta y justiciera. Nada hemos hecho que esté reñido con nuestra moral revolucionaria. Desde su fundación este Policlínico ha tenido por única divisa servir a los trabajadores, no sólo en medicina y curaciones sino en atenciones cuando las circunstancias lo han requerido. Por eso invitamos a los trabajadores vengan a ayudarnos a cuidar lo que han dejado abandonado (…) Este Policlínico no sólo sirve para curaciones del cuerpo físico, también ha servido para curar a enfermos del régimen cuando fueron violentados por ráfagas reaccionarias»16.
El «Policlínico Obrero Juan Gandulfo Guerra, de la IWW» (como sería llamado posterior a la muerte de éste) -ubicado en Avenida Matta 832-funcionaría, a lo menos, hasta 1942, fecha en que se pierde la pista de su existencia*, tras diecinueve años de ardua labor.
JUAN GANDULFO: MÉDICO Y ANARQUISTA
Quizás una de las figuras más recordadas vinculada a estas experiencias sea la del Dr. Gandulfo (Figura 3), quien junto a otros profesionales (Pedro Sáez, Luis Soza, Segundo Pereira, Pedro Calderón, Francisco Urbina, Luis Pinto, Manuel Oñate, etc.) dedicó sus más nobles esfuerzos a la mejoría de las condiciones de salud de los obreros. Su estampa ha sido previamente retratada7,17,18. Es por esto que el presente apartado sólo busca contextualizar los antecedentes históricos anteriormente presentados a la luz de algunos aspectos de su biografía.
Juan Gandulfo Guerra, nacido en Los Vilos el 16 de julio de 1895, desarrolló desde su infancia un acercamiento instintivo y leal hacia las clases desposeídas -pese a provenir de una familia acomodada de Viña del Mar- definiéndose como amigo de hombres francos, leales y valientes7. Su participación en el movimiento anarquista de la época y sus dichos le costaron persecución y cárcel, lo que lejos de desanimarlo, le impulsó a organizar la salud física y espiritual del resto de los prisioneros. Como señalara González Vera «el ocio no le robaba sino aquellos instantes en que abandonaba una actividad para iniciar otra»1. Probablemente, los prejuicios acarreados, fruto de visiones parceladas, interesadas e ignorantes del ideario ácrata, han confluido en la escasa atención que se ha prestado a su contribución en la vida y obra del Dr. Gandulfo. A este respecto, señala Armando Alonso Vial: «Necesito aquí decir en honor de la verdad algo que parece desconocerse: Gandulfo ha sido siempre anarquista; no ha abandonado nunca su credo anarquista (…) Me consta, aun cuando seguramente me faltan méritos para apreciar el pensamiento, el sentimiento y la obra anarquista (…) Gandulfo pudo no etiquetarse nunca de anarquista; pero lo era por antonomasia, yo lo sentí, a cada instante, feliz de serlo y creo que, en esa convicción, y en esa felicidad radica gran parte de su triunfo integral como médico. Siempre he pensado que hombres con profundas convicciones, como la cristiana o la anárquica que se acercan tanto, llevadas en lo hondo, son los mejor preparados para obtener el tipo de médicos que hemos concebido; honesto y libre, ecuánime y recto, alegre y humano. Si nos faltara la primera, nosotros desearíamos alcanzar la segunda, para obtener algún día estas virtudes que Gandulfo ha tenido entre otras cosas porque ha poseído aquella convicción»7.
Inspirado tempranamente por la lectura de Kropotkin y Malatesta, trabajó con fervor en la IWW, desarrollando el Policlínico Obrero y participando en la Sección Local mediante conferencias sociales o biológicas.
Como médico sería «todos los días el constante defensor del enfermo contra todo, incluso contra el enfermo mismo… «7. Se desempeñó como cirujano en el Hospital Arriarán, la Asistencia Pública y la Clínica del Dr. Lucas Sierra; sus principales áreas de interés en la Cirugía Infantil fueron la ortopedia y la cirugía plástica.
Falleció en un accidente de tránsito, el 27 de diciembre de 1931, camino a Casablanca. Tenía 36 años y sería recordado como un hombre sensible, bueno y generoso, al mismo tiempo que duro e implacable; como un hombre de estudio y de paz, a la vez que luchador combativo y valiente. Físicamente pequeño y débil, pero con una valentía, añojo y vitalidad que le permitieron salir airoso de persecución, privaciones, duelos y cárcel, siempre más fuerte y vigoroso: física, espiritual y moralmente1.
Agradecimientos
A Juan Gandulfo Jerez, sobrino de Juan Gandulfo Guerra, por su interés y cooperación. A Mario Araya, licenciado en historia, por la orientación en la búsqueda de fuentes. Al Dr. Alvaro Jeria y a Luis Hernández, por sus atingentes comentarios. A José Sepúlveda, Sección periódicos y microformatos de la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, por su gentil disposición.
NOTAS
* Las dificultades de financiamiento de la publicación y el escaso apoyo de algunos sectores obreros quedan de manifiesto en editoriales y artículos aparecidos en la Hoja Sanitaria: «A las Sociedades Obreras» (enero 1925, N°5), «¡Oiga, compañero» (febrero 1925, N°6), «¡No sea ciego, compañero! (diciembre 1925, N°11), «Pedimos» (marzo 1926, N°14), «Se previene» (abril 1926, N°15) y «Por otra parte» (mayo 1926. N°16).
* La última alusión al Policlínico que se encuentra disponible se halla en «Acción Directa», número 3, de agosto de 1942. Aunque es necesario destacar que los números 4 al 7 no han sido ubicados. El último número disponible de «Acción Directa» data de febrero de 1944 (N°16).
REFERENCIAS
1. González Vera J. (comp.). Juan Gandulfo Guerra: homenaje de sus amigos. Santiago, Chile: Ed. Del Pacifico S.A.; 1957; 16-31.
2. Gandulfo J. Educación, organización y emancipación. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, mayo de 1926, No 16.
3. Redacción. Policlínico obrero nocturno, ex – IWW. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, noviembre de 1927, No 24.
4. Uribe y Troncoso M. Cartilla de Higiene Personal, Capítulo IV: Elección de los alimentos. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, septiembre 9. de 1924, No3.
5. Graf C. Instrucciones elementales para los cuidados del niño. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, julio de 1924, No 2.
6. Redacción. Editorial: La anquilostomiasis o anemia de los mineros. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, septiembre de 1924, No 3.
7. Alonso A. Nota Biográfica sobre Juan Gandulfo. Rev Méd Chile 1932; 60: 99-114.
8. Comité Sanitario. Atención. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, diciembre de 1925, No 11.
9. Unión Local I.W.W. Resumen General de la labor desarrollada durante el presente año. Acción Directa, Santiago de Chile, segunda quincena de diciembre de 1922, No 20, p. 5.
10. Redacción. Lucha cotidiana. Acción Directa, Santiago de Chile, primera quincena de noviembre de 1922, No 18.
11. Comité Sanitario. Tres años. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, junio de 1926, No 17.
12. Redacción. Servicio dental. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, marzo de 1926, No 14.
13. Redacción. Policlínico de la I.W.W. Acción Directa, Santiago de Chile, primera quincena de julio de 1923, No 25.
14. Redacción. Precios Policlínico I.W.W. Hoja sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, septiembre de 1924, No 3.
15. Comité Sanitario. Avisamos. Hoja Sanitaria I.W.W., Santiago de Chile, febrero de 1926, No 13.
16. Redacción. La Y.W.W. y su Policlínico. Acción Directa (Segunda época), Santiago de Chile, segunda quincena de octubre de 1934, No 2.
17. Zalaquett R. ¡Siembra, juventud! la tierra es propicia, el momento es único: No es Neruda sino Gandulfo, el cirujano. Rev Méd Chile 2005; 133: 376-82.
18. Ortiz O. La historia de Juan y Pedro Gandulfo. En: Nuevas crónicas anarquistas de la subversión olvidada. Santiago, Chile: Editorial La Simiente; 2008; 59-70.
Fuente : https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872009000300016
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Juan Gandulfo Guerra (1895-1931)
Juan Gandulfo Guerra fue uno de los protagonistas de la generación de 1920, tanto por su participación como representante estudiantil, como por su vinculación con el movimiento obrero. Esta cercanía continuó luego de graduarse como doctor, siendo parte de iniciativas educativas y de atención médica para los trabajadores.
Gandulfo nació en 1895 en Los Vilos, hijo de Salvador Gandulfo y Sofía Guerra (Zalaquett, Ricardo. «No es Neruda, sino Gandulfo, el cirujano». Revista Médica de Chile. Número 133, p. 378). Cursó la enseñanza secundaria en el Liceo de Valparaíso y en 1913 inició sus estudios de Medicina en la Universidad de Chile (Schweitzer, Daniel. «Juan Gandulfo». Babel. Número 48, 1945, p. 18).
En esta universidad, participó como representante estudiantil. Durante el periodo de 1918-1919, fue vicepresidente de la Federación de Estudiantes, junto a Santiago Labarca Labarca (1893-1968), presidente de la asociación, y en 1919 presidió el Centro de Estudiantes de Medicina. En este momento, el joven estableció vínculos con la sección chilena del sindicato Industrial Workers of the World (IWW).
Como parte de la Federación, así como otros estudiantes, Gandulfo participó de diferentes instancias promovidas por la asociación en pro de la regeneración social. Dio clases en la Universidad Popular Lastarria, en la que estaba a cargo de la cátedra de Química y Biología y en la cual, específicamente, enseñó sobre higiene (Riquelme, Carolina; Oñate, Romina; Montoya, Felipe; y Olivares, Antonio. Educación mutua & libre: experiencias educativas estudiantiles de la Universidad de Chile. Santiago: Archivo y Centro de Documentación FECH, 2017, p. 34).
También participó en los órganos de la Federación, Juventud (1911-1951) y Claridad, especialmente en esta última. Sus primeros artículos fueron análisis sobre el asalto a la sede de la asociación estudiantil ocurrido en julio de 1920, los que se publicaron en ambos medios.
En Claridad fue un colaborador frecuente y estuvo a cargo en varias ocasiones de la portada del medio, que desde el segundo número publicado en octubre de 1920 hasta la edición 120 de diciembre de 1923, llevó el nombre «El Cartel de hoy». Gandulfo firmó sus primeros cuatro carteles como «Iván», pero luego utilizó el seudónimo de «Juan Guerra».
«El Cartel de hoy» funcionó como uno de los textos editoriales del medio. Estaba compuesto por una ilustración, una columna de opinión y, en ocasiones, tenía una bajada de título que especificaba el asunto de la portada. Para Sergio Atria: «El cartel es un género de la literatura revolucionaria. Participa del pensamiento y del lirismo y requiere un brío quemante que envuelva la idea en canto y hervor» («Nuestro Juan Gandulfo». Claridad. Número 140, 1932, p. 5).
En general, los carteles de Gandulfo manifestaron una crítica sobre algún asunto relacionado con la cuestión social y, en varias ocasiones, la ilustración que formaba parte de la portada y dialogaba con sus textos fue creación de Isaías Cabezón (1891-1963). Su primer cartel fue un llamado a la acción de la juventud, en línea con la idea de la generación de 1920 que proclamaba a los jóvenes como líderes del cambio social: «¡Siembra, Juventud! La tierra es propicia, el momento es único. (…) No temas ni a las zarzas ni a la noche. La verdad es llama: quema e ilumina, las zarzas chisporrotearán y tenderán al viento sus enmarañadas cabelleras al sentir tu voz profética, y las víboras serán carbonizadas en su seno» (Iván. «El Cartel de Hoy». Claridad. Número 14, 1921, p. 1).
Gandulfo también colaboró en Claridad con otros artículos firmando con su seudónimo Juan Guerra y también con ilustraciones, que acompañaban sus textos o los de otros colaboradores del medio. En la reaparición de la revista en 1931, luego de un cese de la publicación debido, principalmente, a la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960), Gandulfo continuó colaborando con el medio, pero ya con su propio nombre y mayormente con artículos de corte científico, orientados a la educación sexual. Por ejemplo, en su texto «El aparato genital femenino», desmitificó la relación entre existencia de himen y virginidad en las mujeres pues, las características de esta membrana no eran iguales en todas, por lo que «la existencia o la no existencia del himen no es una prueba absoluta de la virginidad o de la no virginidad, en una mujer» (Claridad. Número 123, 1924, p. 15).
El interés por acercar la medicina a grupos sociales más amplios, especialmente al obrero, lo llevó a ser uno de los fundadores del Policlínico de la organización IWW, lugar en el que trabajó durante la década de 1920. Este servicio autogestionado funcionaba con doctores y estudiantes de medicina y estaba «orientado a cubrir necesidades de salud entre las familias populares», por lo que sus precios «eran sumamente bajos o bien gratuitos» (Muñoz, Víctor. Sin dios ni patrones. Valparaíso: Mar y Tierra, 2013, p. 210-211).
Vinculado a este centro médico y a la IWW, Gandulfo publicó la Hoja Sanitaria¸ revista mensual que apareció entre 1924 y 1927. El medio «proporcionaba de manera exclusiva conocimientos de fisiología y anatomía humana, además de difundir principios básicos de higiene para evitar enfermedades» (Fuster Sánchez, Nicolás y Moscoso Flores, Pedro. «La Hoja Sanitaria de la IWW y la medicalización de la organización obrera en Chile (1924-1927)». La Cañada. Número 3, 2012, p. p. 191-192). En el área de la educación de los trabajadores en el ámbito de salud, su foco fue amplio, pues, además del tema de higiene también aparecieron artículos sobre «salud mental, educación sexual, enfermedades infecto-contagiosas (E.T.S., tuberculosis, viruela, rabia, pediculosis, sarna, tifus exantemático, etc.), temas de pediatría y puericultura, nutrición, salud buco-dental, entre otros» (Pavez, Fabián. «Experiencias autogestionarias en salud: El legado de Gandulfo en La Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942)». Revista Médica de Chile. Número 137, 2009, p. 427).
Además de su labor en el Policlínico, trabajó como cirujano en el Hospital Arriarán, la Asistencia Pública y la Clínica del Dr. Lucas Sierra y «sus principales áreas de interés en la Cirugía Infantil fueron la ortopedia y la cirugía plástica» (Pavez, p. 431).
En diciembre de 1931, Gandulfo falleció a los 36 años en un accidente de tránsito cuando se dirigía con otros amigos a Viña del Mar. Sus compañeros estudiantes de la década de 1920, le dedicaron un homenaje en la edición 140 de Claridad, último número de la revista.
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Hoja Sanitaria (Santiago de Chile, 1924) (Noticia de Nicolás Fuster Sánchez)
En un trabajo de Osvaldo Arias Escobedo, publicado en 1970 por la Universidad de Chile-Chillán [1], se señala lo siguiente:
“ Hoja Sanitaria . I. W. W. Santiago, 1924-1927.
Publicación mensual del Comité Sanitario.Imprenta Libertad, Nataniel 1057.
4 páginas a 3 columnas.
Nº 1 del mes de junio a Nº 24 del mes de noviembre, año III.
Secretario: Manuel Oñate.
Tesorero: Francisco Urbina.
Se distribuye gratuitamente.
Exclusivamente instruye sobre anatomía y fisiología humana y proporciona consejos higiénicos para evitar enfermedades”.
Posteriormente, en el año 2009 el médico Fabián Pavez publicó un artículo titulado “Experiencias autogestionadas en salud: El legado de Gandulfo en la Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942)”. [2] Entre ambos trabajos, la Hoja Sanitaria no es mencionada en ninguna investigación o compendio conocido. Entre el término de la publicación de la Hoja Sanitaria y “La Prensa Obrera en Chile” de Arias, sólo hay silencio sobre este documento.
En esta dirección, el trabajo de Pavez logra rescatar la importancia que tuvo para el movimiento obrero chileno de principios del siglo XX la difusión de conocimientos sobre higiene y salubridad. Gracias a este trabajo, podemos ver en la Hoja Sanitaria la estrecha relación que se articuló entre medicina y obrerismo, y la instalación al interior del “cuerpo” trabajador de un particular “ideal” moral. [3] En este sentido, podemos ver en la figura del médico Juan Gandulfo [4] , director del Policlínico Obrero que funcionaba en las mismas dependencias donde se imprimía la Hoja , la herencia de una “larga relación”, gestada durante el siglo XIX, entre medicina y obrerismo, en la que el discurso higiénico pregonado por la elite médica se presentó como un ideario mayoritariamente comprometido con un proyecto civilizatorio ; fórmula que sedujo a los ideólogos y dirigentes ilustrados de los movimientos obreros, anarquistas y unionistas. Estos encontraron en el discurso higienista las justificaciones y argumentos para sus demandas sectoriales y para proponer un modelo moderno de trabajador : conocedor de la higiene, saludable y, por ende, moral.
El documento que se entrega a continuación, corresponde a los dos primeros números de la Hoja Sanitaria , repartidos de manera gratuita entre junio y julio de 1924. El primer artículo publicado llevó por título “Lucha contra insectos”, basado en la Cartilla aprobada por la Académie de Médecine de París en diciembre de 1915. Este presenta ilustraciones del piojo de la cabeza (pediculus capitis) hembra y macho, ladilla (phthirius pubis) o piojo del pubis, aumentados cada uno por 25 veces; así como también del chinche (cimex lectularius), aumentado por 15 veces. En él se puede leer: “Los piojos, las pulgas y los chinches son parásitos a quienes se cree inofensivos y que en realidad son muy peligrosos, porque pueden trasmitir enfermedades muy graves y terribles (…) Los piojos son un signo de suciedad y de negligencia personal (…) El piojo de la cabeza no es mucho de temer para las personas que usan el pelo cortado al ras, para desembarazarse de él cuando se le tiene, se friccionan los cabellos con petróleo, con bencina o con esencia mineral. Se envuelve la cabeza con un lienzo cualquiera, para dar tiempo de obrar al remedio. Al cabo de 1 hora todos los piojos han muerto, así como sus liendres. Se cortan entonces los cabellos con la máquina y se les quema, y se lava la cabeza con jabón”. Propone tratamientos en base a pomadas y ungüentos que se pueden encontrar “en las boticas sin necesidad de receta”. La profilaxis recomendada es “el aseo corporal, y los baños de ducha y los baños jabonosos con la frecuencia posible”.
El segundo artículo lleva por título “Aparato genital masculino”. En este se tratan temas de educación sexual y se entregan conocimientos detallados de anatomía, aunque de manera esquemática para facilitar la compresión: “como en un artículo de revista no podemos entrar en una descripción minuciosa y cansada trataremos de esquematizar estos órganos y sus funciones”. Muy interesante resulta la valoración moral e intelectual que se realiza del sexo en el artículo: “La naturaleza sapientísima produce en los seres adultos de sexo contrario, un deseo de unirse, una atracción irresistible que determina la posesión de la hembra por el macho, vale decir, el coito, durante el cual los seres que se desean sacian el apetito sexual al sentirse sacudidos, deliciosamente, por el orgasmo o espasmo genital. Tal es en esencia el verdadero amor: atracción material del sexo masculino por el femenino, iluminado y mantenido por la COMUNIÓN INTELECTUAL Y MORAL del hombre y la mujer que se aman (…)”.
Durante el segundo número, publicado en julio de 1924, el médico Juan Gandulfo concluye el artículo anterior describiendo de manera amena el proceso de producción y recorrido de los espermatozoides hasta la fecundación, de acuerdo al conocimiento disponible en la época: “Y ya que conocemos bien el nacimiento y la contextura de este animalículo (el espermatozoide), sigámoslo en curiosa peregrinación a lo largo de las vías genitales masculinas; palpemos los accidentes de su camino y anotemos la acción cooperadora de las glándulas anexas que, cual José de Arimatea, van lubrificando el calvario de este pequeño ser que, cuando tiene la suerte de caer en la vagina de una mujer y penetrar al útero o vientre venciendo a sus demás hermanos espermatozoídeos, muere gloriosamente decapitado por el huevo de la hembra, yendo su cabeza a perpetuarse en la formación del nuevo embrión mientras su cola es expelida tristemente con los detritus en la orina que se vacía en las alcantarillas o en las acequias. Salgamos cabalgando fraternalmente sobre el espermatozoide del conductillo espermático, en cuya pared nació nuestro coludo jamelgo (…) Apenas repuestos de su rápido viaje, se remontan, mediante movimientos propios hacia el útero o matriz, en demanda del huevo por fecundar. Se establece una competencia de vida o muerte hasta llegar a él; una vez alcanzado esto, giran vertiginosamente a su alrededor, hasta que uno introduce su cabeza en el huevo, el cual se cierra herméticamente, cortando la cola de su violador que se expele al exterior junto con los cadáveres de los demás espermatozoides derrotados”.
Además, se presentan ilustraciones anatómicas para clarificar los conceptos tratados (figuras histológicas y microscópicas), mediante las que se busca acercar a los obreros a los avances en el conocimiento médico de la época.
En la misma línea, redacta un artículo de educación sexual sobre el aparto genital femenino y el ciclo menstrual. En el segundo número se analizan nociones de puericultura bajo el título de “Instrucciones elementales para los cuidados del niño”, firmado por el médico Carlos Graf. En este explica la importancia de la leche materna para el adecuado desarrollo del recién nacido, entre otros temas. Además, se establece la necesidad de una vacuna a los tres meses o en los primeros días, en caso de epidemia de viruela.
Aparecen también en este segundo número los siguientes artículos: “Grippe o influenza epidémica” e “Instrucciones para evitar la tuberculosis (tisis)”. Estos son fundamentalmente educativos, ya que revisan la sintomatología, formas de la enfermedad, medidas de prevención del contagio y manejo general (medidas de aislamiento).
[1] Arias, Osvaldo, La Prensa Obrera en Chile. 1900-1930 . Chillán, Colección Convenio Cultu-ral CUT-U nº1, Universidad de Chile, 1970, p. 72
[2] Pavez, Fabián, “Experiencias autogestiona-rias en salud: El legado de Gandulfo en la Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942)”. Revista Médica de Chile , Nº 137, 2009.
[3] Resulta sumamente interesante al respecto el trabajo de Tomás Moulian e Isabel Torres titu-lado “Concepción de la Política e ideal moral en la Prensa Obrera: 1919-1922”. Sin embargo, no hay mención alguna en esta investigación so-bre la Hoja Sanitaria . Moulián, Tomás, Torres, Isabel, Concepción de la Política e ideal moral en la Prensa Obrera: 1919-1922 . Documento de trabajo Programa FLACSO- Santiago de Chile, Número 336, Mayo 1987.
[4] Sobre Gandulfo, Pavez señala: “Quizás una de las figuras más recordadas vinculadas a esta experiencia sea la del Dr. Gandulfo, quien jun-to a otros profesionales (Pedro Sáez, Luis Soza, Segundo Pereira, Pedro Calderón, Francisco Urbina, Luis Pinto, Manuel Oñate, etc.) dedicó sus más nobles esfuerzos a la mejoría de las condiciones de salud de los obreros”. Pavez, Fabián, “Experiencias autogestionarias en salud: El legado de Gandulfo en la Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942)”, op. cit.
EL “ENTRE” DE LA DIFERENCIACIÓN SEXUAL Y LA DIVISIÓN DEL TRABAJO:
El programa médico de la hoja sanitaria de la IWW en Chile. 1924-1927 [1]
Nicolás Fuster Sánchez2
Pedro Moscoso Flores3
Resumen : a diferencia de la breve mención sobre la Hoja Sanitaria que registró el libro de Osvaldo Arias Escobedo “La Prensa Obrera en Chile. 1900-1930”(1970), el trabajo de Fabián Pavez “Experiencias autogestionadas en salud: El legado de Gandulfo en la Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942)” analizó, desde un enfoque histórico y reivindicativo, el rol que jugaron tanto médicos anarquistas como organizaciones anarco-sindicalistas en la difusión de la higiene y de la salubridad a principios del siglo XX. Es precisamente su carácter instructivo lo que le da a este documento (la publicación Hoja Sanitaria) su eficacia política estableciendo una política del nombre que ordenaba, clasificaba y delimitaba los órganos del cuerpo de l@s obrer@s estableciendo una taxonomía que asignará una valoración correlativa, del conjunto y de las partes, que ahora se hacen visibles en el obrero moderno. Dicha operación permite el tránsito desde un nivel de organización macro (la fábrica, la escuela, la población, etc.) a uno micro (el cuerpo y su interior), generando las condiciones epistémicas que permitieron establecer relaciones causales entre salud y entorno, enfermedad y sociedad, sexualidad y trabajo. Esta es la hipótesis de la que parte este trabajo: la publicación Hoja Sanitaria representó, en tanto red que vinculaba un gran número de discursos, individuos, instituciones, prácticas, etc., un programa médico y político, en el que la sexualidad y el trabajo se imbricaron para dar forma a los procesos de individualización del mundo laboral moderno. Este texto forma parte del estudio introductorio de su libro “La Hoja Sanitaria. Archivo del Policlínico Obrero de la IWW Chile 1924-1927”(2015), desplazando el objeto de análisishacia los discursos sobre sexualidad y trabajo presentes en la Hoja Sanitaria de la IWW.
La hoja sanitaria y el nuevo (cuerpo) trabajador
En su libro titulado La Prensa Obrera en Chile. 1900-1930, Osvaldo
Arias Escobedo (1970: 72) registra la siguiente información:
Hoja Sanitaria. I. W. W. Santiago, 1924-1927.
Publicación mensual del Comité Sanitario.
Imprenta Libertad, Nataniel 1057. 4 páginas a 3 columnas.
Nº 1 del mes de junio a Nº 24 del mes de noviembre, año III.
Secretario: Manuel Oñate. Tesorero: Francisco Urbina.
Se distribuye gratuitamente.
Exclusivamente instruye sobre anatomía y fisiología humana y
proporciona consejos higiénicos para evitar enfermedade
Casi cuatro décadas más tarde, el médico Fabián Pavez (2009) publicó en la Revista Médica de Chile un artículo titulado «Experiencias autogestionadas en salud: El legado de Gandulfo en la Hoja Sanitaria y el Policlínico de la Organización Sindical Industrial Workers of the World (1923-1942)». Entre ambos trabajos este pasquín es escasamente mencionado. Entre la publicación del último número de la Hoja Sanitaria y La Prensa Obrera en Chile de Arias solo encontramos un silencio sostenido.
A diferencia de la breve mención sobre la Hoja Sanitaria que
registra el libro de Arias, el trabajo de Pavez analiza, desde un
enfoque histórico y reivindicativo, el rol que jugaron tanto médicos
anarquistas4 como organizaciones anarco-sindicalistas en
la difusión de la higiene y de la salubridad a principios del siglo
XX. Es precisamente su carácter instructivo lo que le da a este
documento su eficacia política, a saber: en tanto, por un lado,
refuerza las teorías biologicistas y raciales que caracterizaron la
formación de la institucionalidad médica en el Chile decimonónico
y, por otro, establece una política del nombre que opera
organizando los órganos del cuerpo. Esto permite instaurar una
suerte de superficie de inscripción en la que el cuerpo se presta
para un ejercicio que ordena, clasifica y delimita,5 establecién-
4 Destacado fue el papel que jugó Juan Gandulfo, médico higienista y
director del Policlínico Obrero que funcionaba en las mismas dependencias
donde se imprimía la Hoja Sanitaria, en la organización y mantención
de la atención sanitaria que se le entregaba a los trabajadores.
Sobre Gandulfo, Pavez señala: «Quizás una de las figuras más recordadas
vinculadas a esta experiencia sea la del Dr. Gandulfo, quien junto a otros
profesionales (Pedro Sáez, Luis Soza, Segundo Pereira, Pedro Calderón,
Francisco Urbina, Luis Pinto, Manuel Oñate, etc.) dedicó sus más nobles
esfuerzos a la mejoría de las condiciones de salud de los obreros» (Pavez,
2009).
5 Todo ejercicio de definición, explica Patxi Lanceros, «consiste en la implementación
de límites y fronteras, en el establecimiento de un territorio
habitable y en la correlativa heterodesignación de un entorno inhóspito
u hostil (que opera, con la venida de Derrida, como exterior constitutivo
del interior constituyente). La definición, aunque se ejerza en el ámbito
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 103
dose una taxonomía que asignará una valoración correlativa del
conjunto y de las partes que ahora se hacen visibles en el obrero
moderno. Dicha operación permite el tránsito desde un nivel
de organización macro (la fábrica, la escuela, la población, etc.)
a uno micro (el cuerpo y su interior), generando las condiciones
epistémicas que permitieron establecer relaciones causales entre
salud y entorno, enfermedad y sociedad, sexualidad y trabajo.
Esta es precisamente nuestra hipótesis: la Hoja Sanitaria representa,
en tanto red que vincula un sin número de discursos,
individuos, instituciones, prácticas, etc., un programa médico y
político, en el que la sexualidad y el trabajo se imbrican para dar
forma a procesos de individualización del obrero moderno.
Medicina y trabajo
En 1857 el médico higienista Juan Bruner exhortaba a políticos
e intelectuales chilenos: «Dad al pueblo un alimento sano
i robusto i tendréis poblaciones activas i aptas a todas las fatigas
del trabajo i resistentes a todos los amagos de las epidemias»
(Bruner, 1857: 307). Con este llamado, se dejaba en evidencia la
relación entre la llamada cuestión social y el decaimiento de la
fuerza de trabajo. A la batalla por hacer de la salud una política
pública (Fuster, 2013), se sumaba la necesidad de convertir a la
medicina académica en un instrumento eficaz para el estudio
y la regulación de los procesos biológicos inherentes a la masa
productiva. En esta dirección, la alianza entre las organizaciones
de trabajadores y la medicina permitió la emergencia de una
nueva reflexión sobre el cuerpo, y su relación con el trabajo y
la salud.
Los primeros procesos de articulación popular se remontan
a la reorganización interna tras la independencia del país (1810-
del discurso —o precisamente por ello— es un ejercicio de poder, un acto
político (en sentido amplio); aunque solo sea por el hecho de que de-fine
o de-limita el que puede hacerlo, el que tiene poder para ello y ocupa una
determinada posición que tiende a imponerse» (Lanceros, 2005: 114).
104 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
1930). Durante este proceso, el artesanado chileno se posicionó
en el escenario político con un discurso centrado en la defensa
de sus derechos. Tras la victoria de la falange pelucona, los trabajadores
manuales continuaron con sus demandas, pero esta
vez asumiendo un rol más conservador y moderado. Sin embargo,
hacia 1840 y gracias a la influencia de la burguesía liberal
que buscaba ampliar su base política, el artesanado se tornó más
refractario y popular. La radicalización de una parte de la disidencia
liberal, que consideraba la noción de igualdad primordial
para la construcción de una república democrática, caló profundo
en los sectores más instruidos de los trabajadores manuales.
Fue así como hacia finales de la primera mitad del siglo XIX,
cercanos a los «valores cívicos fundados en principios ilustrados
de redención social», los artesanos adhirieron a una «lectura
popular del liberalismo» que planteaba como proyecto la «regeneración
del pueblo» (Pinto y Salazar, 1999: 110-111). En este
sentido, resulta comprensible que las primeras organizaciones
mutuales agruparan a los sectores de elite de los trabajadores
manuales (Grez, 1994: 296), ya que gracias a su mayor proximidad
con la burguesía liberal, asimilaron de mejor manera el discurso
ilustrado. En este contexto surge la Unión Tipográfica de
Santiago, fundada el 18 de septiembre de 1853, y dos años más
tarde, en mayo de 1855, la Sociedad Tipográfica de Valparaíso.
Posteriormente, a partir del ciclo de los gobiernos liberales
(1861-1891),6 las condiciones políticas fueron sumamente idóneas
para la formación de nuevas mutuales. La primera de este
período —y vital por su labor educativa— fue bautizada como
Sociedad de Artesanos La Unión. Fundada en Santiago en 1862,
se propuso la instalación de una caja de ahorros para socorrer
en caso de enfermedad o incapacidad y para entregar instrucción
primaria a sus socios (Grez, 1994: 297). Lentamente, las
mutuales instalaron los cimientos de un ideario civilizatorio ba-
6 La etapa anterior a los llamados «gobiernos liberales», se caracterizó por
la represión que el gobierno de Montt aplicó contra las organizaciones de
trabajadores producto de la guerra civil de 1859.
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 105
sado no solo en la salud y el bienestar de los trabajadores, sino
también en la instrucción moral y cívica de estos. Si la asistencia
ante la desgracia fue lo que impulsó su formación, la instrucción
moral y política de sus socios fue el objetivo estratégico
que le otorgó mayor solidez a su proyecto. Surgen para suplir la
ausencia estatal en materia sanitaria, pero también para proseguir
las aspiraciones emancipadoras de los utopistas libertarios,
logrando crear una base de apoyo social para la ilustración del
naciente obrerismo chileno. Es en este proyecto de educación
social que la medicina académica desempeñó un rol fundamental.
7 Frente al crecimiento negativo de la población y a las enfermedades
que mermaban la fuerza de trabajo, las sociedades
de socorros mutuos asumieron una estrategia instructiva. A través
de charlas sobre higiene, prevención de enfermedades de
trasmisión sexual, alcoholismo o programas de vacunación, los
médicos mutualistas concientizaban a los trabajadores y a sus
familias sobre la importancia del auto-cuidado. Para este fin,
las mutuales establecieron un contrato de servicios sanitarios
con un número no menor de médicos, practicantes y boticarios.
La coordinación de los servicios médicos y la supervisión del
enfermo quedaban a cargo de las comisiones de visitas. Estas
se encargaban de archivar todos los detalles del caso y darlos a
conocer al Directorio de la mutual,8 generándose así un prolijo
7 Como señala María Angélica Illanes, la labor de los médicos al interior de
las mutuales fue constante y muy reconocida por los dirigentes obreros.
«Médicos, tales como, Daniel Cruzat, Ricardo Cortés Monroy, Elías Fernández,
Eloísa Díaz, César Martínez, Moisés Amaral, Luis Felipe Salas,
Manuel Calvo Mackenna, Francisco Landa, y otros, efectuaban su labor
con espíritu y vocación de servicio, cobrando aranceles exiguos, mereciendo
constantemente la admiración y agradecimiento de los miembros
de las Sociedades de Socorros Mutuos» (1993: 45). En este sentido, su
influencia no fue menor en la conformación de un discurso y de unas
prácticas destinadas al bienestar de los asociados mutualistas.
8 En otras mutuales, esta labor de supervisión, registro e información destinada
al conocimiento del Directorio era realizada por los Jefes de Beneficencia.
En la Sociedad Lira Chilena estos personajes tenían la función de:
visitar la casa del socio enfermo para prestarle ayuda, exigir un certificado
médico como constancia de que no puede trabajar, dar oportuno aviso al
106 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
registro sanitario de los socios.9 Dicha supervisión estaba supeditada,
además, a un sistema de control de unidades sanitarias
en la que se asignaba a cada médico, visitador u otro funcionario
de la organización la vigilancia sobre un determinado sector de
la cuidad. De esta manera, el mutualismo chileno generó una
suerte de archivo documental10 sobre los índices de morbilidad
presidente y secretario del socio enfermo acompañando el recibo de viático
para que se lo firmen y procedan a pagarlo en la tesorería, dando parte
después al Directorio en su reunión para su pronta aprobación, anotar en
la pizarra del salón social el nombre y domicilio del socio o socios enfermos,
presentar al Directorio una planilla de viáticos suministrados a los
socios enfermos durante el mes, y un informe completo y detallado de
todos los gastos hechos, especificando los nombres y apellidos de todos
los que se enfermaron durante el semestre (Sociedad de Socorros Mutuos
Filarmónica y Foot Ball Club Lira Chilena, 1917: 24-25).
9 Como señala Illanes, «Todo personal contratado quedaba sujeto a inspección
periódica por parte del Directorio, el cual daba cuenta en cada
Asamblea Ordinaria del movimiento del servicio y estado de los enfermos
» (1993: 42).
10 Sobre el problema del Archivo y los corpus coloniales y postcoloniales latinoamericanos,
adscribimos a las reflexiones de los académicos chilenos
André Menard y Andrés Tello. En su investigación sobre Manuel Aburto
Panguilef, titulada Libro Diario del Presidente de la Federación Araucana,
Menard señala que «no basta con considerarlo [al archivo] como un
agregado o como un sistema organizado de registros (registros que como
vimos exceden el plano restringido de la escritura alfabética y abarcan
la extensa constelación de marcas que va de los nombres propios a los
uniformes, pasando por los tatuajes, los diseños textiles, los petroglifos
y hasta los tonos de voz). Un archivo implica algo más, algo que dejaremos
aquí en la indefinición de una ley, de una decisión o de una fuerza,
y que no solo determina el orden o la relación entre las marcas que
lo componen, sino que, y sobre todo, dota estas marcas de una eficacia.
Eficacia jurídica, política o económica que acompaña su lectura» (2013:
43). En la misma línea, Tello en su trabajo titulado Sobre la (im)posible archivología
contemporánea explica, a propósito del desbordamiento del lugar
del archivo, que «es en el archivo, como condición de posibilidad de los
acontecimientos discursivos, donde se fijan los límites y las regulaciones
institucionales, en otras palabras, el archivo es el lugar donde surgen los
dichos y los hechos institucionalizados en una sociedad, sus actas y sus
actos, lo que se hace decir y lo que se hace ver» (2014, s.p.). Si bien es
cierto, la discusión sobre «el archivo» antecede y desborda los trabajos
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 107
y mortalidad de sus asociados, que a la postre le permitió guiar
estrategias y objetivos en el ámbito sanitario.
Mutualismo
Luego de la caída del liberalismo gubernamental hacia finales
del XIX, se incorporaron nuevos ordenamientos políticos e
ideológicos que permearon el desarrollo de las organizaciones
de trabajadores. El posicionamiento político de muchos de sus
dirigentes al interior de lo que se llamó las «ideologías extremas
del socialismo y del anarquismo», entre otros factores, dieron
un perfil más sindicalista al obrerismo nacional. Como explica
Sergio Grez:
Sin borrar la gran importancia del mutualismo y otras formas de
organización presindical en la génesis del movimiento popular
chileno, las huelgas de julio de 1890 anuncian el comienzo de una
nueva etapa en la que el mutualismo pierde paulatinamente importancia
frente a los organismos de lucha que florecerán entre los
principales núcleos del proletariado minero y urbano (1994: 305).
Para el historiador, la desmesurada represión que ejerció el
oficialismo contra las demandas populares y la estrategia de lucha
de clases generaron al interior del obrerismo la creencia de
que el mutualismo ya había cumplido su rol histórico.
Durante los primeros años del siglo XX, las malas condiciones
de vida de los sectores populares seguían siendo el mal
endémico que impedía al productor contar con una fuerza laboral
sana y activa para el desarrollo de la economía del país. La
República Parlamentaria levantada luego de la caída del último
presidente liberal dejaba dormir durante años en el Congreso
los proyectos sociales, colocando constantes trabas para su
aquí señalados, creemos pertinente hacer una lectura desde las actuales
recepciones que ubican el problema en el cruce de una serie de archivos
coloniales.
108 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
aprobación. La radicalización del discurso obrero, fomentado
en parte por la corrupción política y financiera, la falta de distribución
de los excedentes del salitre y la acumulación de la
oligarquía propietaria, posibilitó el desarrollo de nuevas formas
de organización popular:
las sociedades de resistencia (con importante presencia anarquista)
constituían los gérmenes del sindicalismo, y las mancomunales
(de tendencia mayoritariamente demócrata y socialista), creadas a
partir de 1900, expresaban una original mezcla de sindicalismo, de
mutualismo, de sociedades populares de recreación y de cultura, y
a veces, incluso, de cooperativismo (Grez, 1994: 306).
Además, la particular estructura del mundo popular determinaba
el desarrollo de la organización y el porvenir del mutualismo
nacional. Artesanos, empleados medios y obreros de
distintos sectores productivos, condicionados no solo ideológicamente,
sino también por la estructura social imperante, se organizaron
diferencialmente: el artesanado y algunos sectores de
la clase media y de los empleados recientemente incorporados
al sistema mutualista mantuvieron la vigencia de este tipo de organización
como medio privilegiado para mejorar la condición
social del mundo popular. En cambio, los sectores obreros de la
minería, los portuarios y panificadores, entre otros, se organizaron
en mancomunales y sociedades de resistencia motivados
por la naciente actividad sindical y por el discurso de lucha de
clases (Grez, 1994: 307).
Sin embargo, la lógica ilustrada del mutualismo siguió estructurando
el ideario de las sociedades de trabajadores. Más
allá de los objetivos inmediatos que los movilizaban, y de la
posición que ocupaban en el amplio abanico político de la disidencia,
los dirigentes de las organizaciones populares heredaron
el proyecto civilizatorio (con algunos matices) instalado por
los igualitarios de mediados del siglo XIX. Al respecto, Eduardo
Devés señala que:
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 109
En Chile los trabajadores se han férreamente organizado y además,
háyase tratado de organizaciones mutuales, mancomunales,
sindicales o demócratas, comunistas, socialistas, ácratas o católicas,
todas han tenido muy predominantemente el carácter ilustradoen
general los conductores ideológicos o políticos de los movimientos
de los trabajadores, hacia el centenario, pertenecen claramente
a la corriente civilizadora, en las luchas populares latinoamericanas
[…] Los conductores chilenos no son caudillos sino educadores,
funcionarios de la organización obrera; son hombres de
pluma y no de espada, de periódico y de elección: para ellos no
hay verdadera lucha popular que no pase por la educación y la
organización (1991, 132 ).
Su verdadera labor estaba en la instrucción de los trabajadores
para la emancipación moral y material —como señalara
Bilbao—, y no en la lucha revolucionaria de clases; por lo que
su fundamento ideológico se basaba en la necesidad de «rescatar
los verdaderos valores de la cultura dominante […] los valores
del saber científico o de la democracia política y social traicionados
por la oligarquía». De esta manera, como explica Devés,
se fue materializando desde mediados del siglo XIX, gracias a las
condiciones económicas y políticas ya descritas, un tipo de cultura
trabajadora «marcada por la herencia ilustrada y la herencia
romántica, asimiladas a través del prisma de un modernismo
naturalista. Los cisnes de estos poetas son los periódicos y las
princesas son las gestas de la lucha social» (1991: 131-132).
En este contexto, las organizaciones de trabajadores encontraron
en la prensa obrera un instrumento eficaz para alimentar
la intelectualidad de las masas (Cruzat y Tironi, 1987: 151).
Desde la formación de las Sociedades Tipográficas, la propaganda
del proyecto mutual fue reforzada a través del desarrollo
de una prensa estable, profesional y comprometida con los
objetivos de la organización. Ya en pleno siglo XX, la prensa se
transformó en el arma privilegiada de las sociedades de resistencia,
mancomunales y mutuales, para transmitir su proyecto
o ideario. Un claro ejemplo del marcado carácter instrumental
que la dirigencia obrera le atribuyó a la prensa lo encontramos
110 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
en la figura de Luis Emilio Recabarren, destacado dirigente fundador
del Partido Obrero Socialista y del periódico El Despertar
de los Trabajadores de Antofagasta. Según Recabarren,
la prensa obrera tiene por misión sagrada contribuir a la ilustración
y difundir la cultura en las costumbres de los pueblos. Un
periódico que llegue a las manos de un hijo del trabajo, debe ser
un libro en el cual encuentre la savia vivificante para fortalecer el
espíritu, cuando abatido por las luchas de la vida, se siente adormecer.
Debe llevar en sus caracteres palabras de enseñanza y de
ejemplo, en estilo claro y correcto que revele la buena intención
de la pluma que los traza (Recabarren, citado por Cruzat y Devés,
1985: 5).
Recabarren, como menciona Devés, «en lo de civilizador es
plenamente representativo, tanto en las acciones como en los
conceptos, del carácter de las luchas populares chilenas» (1991:
132). A su vez, lo anterior denota una suerte de proselitización
cultural de los dirigentes, insertando sus perfiles dentro de una
racionalidad que hace de este cuerpo obrero algo definible e
identificable.
La hoja sanitaria de la IWW
En septiembre de 1924 aparece, en el tercer número de un
periódico de tendencia anarcosindicalista llamado Hoja Sanitaria,
un texto titulado El cuerpo humano y las grandes leyes de la salud.
Abre el artículo el siguiente párrafo:
Una máquina está hecha de muchas piezas diferentes, todas reunidas
para formar un solo mecanismo. De la misma manera, el
cuerpo humano está hecho de muchas partes distintas, reunidas
para formar un todo. El maquinista debe saber cuándo su máquina
necesita carbón y agua, y cómo hay que suministrárselos. Así
nosotros debemos conocer las necesidades de nuestros cuerpos
y cómo deben satisfacerse. El maquinista tiene que saber cómo
quitar la suciedad y el polvo que se acumulan en las piezas de la
máquina, y cómo debe aceitar estas partes para que no se gasten
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 111
una contra otra. Del mismo modo debemos saber nosotros cómo
deben conservarse nuestros cuerpos libres de los gérmenes que
causan enfermedades, y cómo se les debe dar el ejercicio y el reposo
necesarios para la salud (Hoja Sanitaria, 1924, N°3).
El cuerpo, como objeto de una reflexión y de una práctica,
comenzaba a revelar no solo sus potencias y afectos, sino también
su organización. El llamado a la autogestión del cuerpo
—que implica siempre el correlativo examen sobre este— se
condecía con la autogestión de las organizaciones sindicales que
se consolidaban durante las primeras décadas del siglo XX.
Entre los años 1924 y 1927 la sección chilena de la organización
sindical anarquista Industrial Workers of the World
(IWW),11 nacida en Estados Unidos de Norteamérica en 1905
y llegada a Chile en 1919, publica en la ciudad de Santiago la
Hoja Sanitaria, un periódico difundido de forma mensual que
proporcionaba conocimientos de fisiología y anatomía humana,
11 Para el historiador Víctor Muñoz la IWW «fue sin lugar a dudas la organización
libertaría más recordada de la región chilena. No es ni la más grande
ni la más efectiva de cuantas hubo, y tampoco fueron muchos sus años
de efectiva trascendencia en el movimiento social criollo, pero sus tres
letras se convirtieron en todo un emblema de rebeldía generacional que
perduró muchas décadas después de su auge. La IWW no solo marcó a los
trabajadores y trabajadoras que eligieron sus filas. Muchos estudiantes y
profesores se sintieron afines con su ideario, el empresariado padeció su
efectividad y el Estado tuvo hasta que inventar montajes para suprimirla
y garantizar el orden social. Revolucionaria, conflictiva, internacionalista,
la IWW y sus siglas, encarnaron en sí mismas el imaginario subversivo
de los años veinte». Como explica Muñoz, esta organización no solo tuvo
una destacable labor sindical, sino que también se constituyó como
un actor relevante en la difusión política y cultural de los movimientos
obreros del siglo XX. Al respecto, la IWW estuvo a cargo de la editorial
anarquista LUX y creó, en las ciudades en las que operó, una serie de
periódicos entre los que estaban Mar y Tierra en Valparaíso; Acción Directa
en Santiago; El Azote y El Proletario en Talca; entre muchos otros. En 1921
se realizó en Valparaíso la Segunda Convención Nacional de la IWW, en
la que se tomaron una serie de acuerdos que serían publicados en los
periódicos Acción Directa y Claridad. Estos marcarían el ideario político y
social de la IWW (Muñoz, 2013).
112 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
principios básicos de higiene para evitar enfermedades y una
que otra creación literaria con fines pedagógicos (cuentos, dramaturgia,
etc.). La publicación se imprimía en una imprenta de
Santiago que funcionaba, además, como Policlínico Obrero autogestionado
por la organización, configurándose de este modo
un eficaz espacio para la enseñanza y la práctica de la higiene
pública. Para este fin, el funcionamiento del Policlínico estaba a
cargo de un médico jefe y de dos auxiliares (estudiantes del último
año de medicina), una matrona, un dentista, un practicante
y un delegado de turno. Se realizaban consultas, inyecciones,
curaciones, lavados, pruebas para el diagnóstico de la sífilis, exámenes
de jugos gástricos y orina, extracciones y curaciones dentales.
Los exámenes de laboratorio, ciertamente los más costosos,
valían cinco pesos de la época para los no organizados (Hoja
Sanitaria, 1924, N°3). Posteriormente se ampliaría el servicio
dental (Hoja Sanitaria, 1926, N°13), en el que se realizaban extracciones
bajo anestesia, obturaciones con amalgamas, oro o
cemento, tratamientos radiculares, topes de oro, coronas, placas,
parches, ganchos de oro, etc. (Hoja Sanitaria, 1926, N° 14).
La gratuidad de la Hoja Sanitaria le otorgó una difusión segura
y amplia durante el primer año. Sin embargo, la finalización
del superávit —generado por la labor del Policlínico para la
financiación de la publicación— en diciembre de 1925, obligó
a fijar un precio de diez centavos por número para costear un
tiraje de dos mil ejemplares. Posteriormente, al ser declarada la
IWW como organización ilícita por las autoridades de la época,12
el Policlínico quedó sin administrador conocido y a la deriva. Ya
en el último número disponible de la Hoja Sanitaria (que data
de noviembre de 1927), y tras un silencio de 5 meses destinados
a la reorganización de los servicios, se publica la noticia de
12 Durante febrero de 1927 y julio de 1931, la dictadura del General Ibáñez
se encargó de perseguir, encarcelar y confinar a los principales organizadores
de la IWW. Luego de la caída de la dictadura, hubo una serie de
intentos de reorganización poco fructíferos. Sin embargo, el Policlínico
Juan Gandulfo (llamado así en honor de su fundador fallecido en 1932)
seguirá funcionando hasta 1954.
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 113
que la Repartición Sanitaria Popular pasó a ser propiedad del
Dr. Gilberto Zamorano, y dirigida, como antes, por el Dr. Juan
Gandulfo. A pesar de los contratiempos, el Policlínico obrero,
como se explica en su número 24,
continúa, como siempre, atendiendo solícitamente a los trabajadores
y a todas las personas que soliciten los servicios sanitarios.
Y, que, a pesar de este cambio y de no tener subvención de filántropos
ni nadie, no ha cambiado su fin de altruismo y bien social
por el mezquino mercantilismo […] Se garantiza que en el servicio
no hay distingos ni preferencias de clase; solo hay igualdad
en todo, y los precios son muy módicos. Rogamos al público que
ayude a este Policlínico y proteja a su órgano, la Hoja Sanitaria
(Hoja Sanitaria, 1927, N°24).
De este modo, la Hoja Sanitaria dejaría de ser el órgano de
difusión del Comité Sanitario de la IWW para la propagación de
la higiene entre los sectores populares, pasando a constituirse en
la publicación del Policlínico Obrero nocturno.
Para el médico chileno Fabián Pavez, la importancia de la
Hoja Sanitaria, entendida como instancia destinada a la educación
sanitaria de los trabajadores, radicaba en
los avanzados conceptos de salud integral que se manejaban: concepción
de la importancia de la higiene, el aire puro, el ejercicio
físico (incluidas lecciones de natación mediante textos y fotografías),
la salud mental y la nutrición. Respecto al último punto, se
educaba a obreros y madres de familia en la creación de un menú
semanal accesible y nutritivo, y la compra de alimentos económicos
de alto rendimiento energético (2009: 428).
Al contar con valiosos elementos formativos e informativos,
esta publicación se configuró como un eficaz manual instructivo
dirigido a fomentar el auto-cuidado de los trabajadores y de
sus familias, difundiendo entre los obreros conocimientos sobre
«higiene, salud mental, educación sexual, enfermedades infecto-
contagiosas (ETS, tuberculosis, viruela, rabia, pediculosis,
114 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
sarna, tifus exantemático, etc.), temas de pediatría y puericultura,
nutrición, salud buco-dental, entre otros» (Pavez, 2009: 428).
El programa médico de la IWW
En una conferencia dada el año 1982 en la Universidad de
Vermont, Michel Foucault señalaba:
En 1779 apareció el primer volumen de una obra del alemán Johann
Peter Frank titulada System einer vollständigen Medicinischen
Polizey [Sistema de una policía médica completa], al que debían
seguir otros cinco tomos. Y cuando el último volumen salió de la
imprenta, en 1790, la Revolución Francesa ya había comenzado.
¿Por qué cotejar un acontecimiento tan célebre como la Revolución
Francesa y esa oscura obra? La razón es simple. La obra de
Frank es el primer gran programa13 sistemático de salud pública
para el Estado moderno. En ella se indica con lujo de detalle lo
que debe hacer una administración para garantizar el abastecimiento
general, una vivienda decente y la salud pública, sin olvidar
las instituciones médicas necesarias para la buena salud de
la población; en síntesis, para proteger la vida de los individuos
(Foucault, 2015: 293).
Al respecto, consideramos importante relevar la noción
de programa que utiliza el filósofo francés en dos aspectos: en
primer lugar, se refiere a un conjunto de documentos —cinco
tomos— que, organizados sistemáticamente, se constituyen
como los lineamientos fundamentales para establecer las condiciones
de una salud pública. Pero, en segundo lugar, resulta
de sumo interés entender el principio que organiza lo que podemos
pensar como un conjunto bastante heterogéneo de documentos,
teorías, nombres, definiciones, prescripciones, etc., a
saber, «proteger la vida de los individuos». Es decir, el programa
es un orden particular que tiene como objeto general la administración
de la población, y la vida del individuo como objeto
específico.
13 La cursiva es nuestra.
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 115
En esta dirección, la Hoja Sanitaria no solo se constituye
como un periódico destinado a la difusión de la higiene pública
y privada, sino que también se nos presenta como una red
compleja de colaboradores e instituciones que desborda los límites
del campo médico de la época; deviniendo en su función
programática en técnicas de subjetivación, modos de gobierno,
representaciones identitarias, entre otros. Es así como,
por ejemplo, a su labor de concientización sobre la higiene y
las enfermedades que afectaban a los cuerpos de trabajadores y
trabajadoras, la Hoja Sanitaria sumó una organizada campaña
dirigida a la familia y al cuidado de los niños: «téngase presente
que a las guaguas puede educárseles, esto es, formarles hábitos,
pero sin necesidad de pegarles, como suele hacerse por muchas
madres» (Hoja Sanitaria, 1924, Nº 2). A través de su sección El
ABC de la Puericultura Moderna, la Hoja entregaba a las madres
información relevante sobre la lactancia y otros temas asociados.
Sin embargo, la efectividad de estas campañas solía jugarse
en la incorporación de la familia a la organización, por lo que
al igual que en la mutual, las mujeres y madres de familia eran
conminadas a participar de los beneficios que representaba la
pertenencia a la asociación:
dejad los prejuicios que te rodean y encadenan al potro de la pobreza
espiritual y económica, levántate de tu postración: encara
e impele (empuja) a tu compañero hacia la organización que engrandece
y redime, y si no quiere, ve tú a buscar la salvación de
tu hogar, y él que quede en casa en tu lugar (Hoja Sanitaria, 1924,
Nº 2).
La autogestión, pilar fundamental de la organización obrera,
era inculcada en las familias con el fin de «fomentar la organización
y demostrar, con hechos bien fehacientes, que los productores,
estrechamente unidos son capaces de asegurarse […]
la salud y la vida de ellos y sus familias» (Hoja Sanitaria, 1925,
N° 11).
Por otra parte, la higiene de la vivienda obrera también fue
considerada como objetivo prioritario, por lo que se publican
116 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
artículos que describen las condiciones de insalubridad que
viven los obreros en los tinglados y conventillos de la ciudad,
denunciando el peligro que suponen dichas instalaciones para
la higiene pública. Además, asumiendo su labor reivindicativa,
la Hoja Sanitaria pone de manifiesto las alzas en los arriendos y
la solución propuesta frente a ellas: «¡negarse a pagar más del 50
por ciento e imponer la indispensable higienización!» (Hoja Sanitaria,
1925, N° 7).
En esta dirección, la voluntad programática de la Hoja permite
el anudamiento de una serie de discursos relacionados con
la salud y el trabajo, cuyo pivote seria el cuerpo obrero abierto a
la mirada médica y a un saber biológico regido por las leyes de
la naturaleza. Dicha inscripción determinará la aparición de una
dimensión molecular que hace observable —y aprehensibles—
aquellos rincones portadores de una verdad material sin precedentes.
La irrupción de esta nueva dimensión de lo corporal
permite la moralización de la naturaleza orgánica que compone
el cuerpo del obrero, es decir, una adscripción voluntaria a un
régimen normativo. De esta manera, se comienza a vislumbrar
en las páginas de la Hoja Sanitaria una relación singular entre
vida y trabajo en la que el cuerpo deviene en una identidad
consciente, tanto del origen natural de las disposiciones orgánicas
donadas por una Naturaleza, como de sus condiciones de
pervivencia. La emergencia de esta nueva conciencia identitaria
subvierte la relación laboriosa entre vida y trabajo, adquiriendo
este último un nuevo sentido como móvil de acción para alcanzar
la vida plena:
Es tan difícil subvenir todas las necesidades del cuerpo que la raza
humana gasta la mayor parte de su tiempo trabajando para conseguir
las cosas que son indispensables para la vida y la comodidad.
Es preciso cuidar de nuestro cuerpo, pues de otra manera no podremos
ni obtener del mundo la felicidad que guarda para nosotros,
ni dar a los demás el placer que nuestra vida debe producirles
(Hoja Sanitaria, 1924, Nº 3).
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 117
Al igual que con la higiene del hogar y el cuidado de los
infantes, la Hoja Sanitaria incluyó la voz experta de la medicina
científica en materia de sexualidad. En el primer número de
junio de 1924, este pasquín señalaba:
La naturaleza sapientísima produce en los seres adultos de sexo
contrario un deseo de unirse, una atracción irresistible que determina
la posesión de la hembra por el macho, vale decir, el coito,
durante el cual los seres que se desean sacian el apetito sexual
al sentirse sacudidos, deliciosamente, por el orgasmo o espasmo
genital. Tal es en esencia el verdadero amor: atracción material
del sexo masculino por el femenino, iluminado y mantenido por
la COMUNIÓN INTELECTUAL Y MORAL del hombre y la
mujer que se aman (Hoja Sanitaria, 1924, N° 1).
Posteriormente, en el número 5 de enero de 1925, se abordan
en profundidad las enfermedades de transmisión sexual:
sífilis y gonorrea. Mediante el título Protéjase usted contra las enfermedades
venéreas y proteja también a sus hijos, se introduce al lector
en las características de dichas enfermedades. Además, cumpliendo
su labor instructiva, el artículo establece una suerte de
prescripción dirigida al trabajador:
el alcohol y la vida desarreglada aumentan considerablemente los
funestos efectos de la sífilis […] Es posible preservarse de las enfermedades
venéreas. El medio más seguro es aquel que aconseja
la moral: abstenerse de relaciones sexuales fuera de la compañera
o compañero. La continencia no perjudica en nada a la salud,
mientras que los excesos venéreos, la agotan. La sobriedad ayuda a
mantener la continencia […] No hay enfermedades vergonzosas,
pero es vergonzoso no medicinarse y transformarse en un peligro
para los demás (Hoja Sanitaria, 1925, Nº 5).
Al finalizar, se expone a modo de epílogo un recuadro con
la siguiente frase:
El hombre y la mujer desaseados solo inspiran sentimientos de
repugnancia. Con más frecuencia de la que se cree, el fracaso en
la vida se debe a estas causas y muchas veces sin que el propio
118 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
interesado se dé cuenta de ello y sin que nadie se atreva a decírselo
(Hoja Sanitaria, 1925, N° 5).
En este sentido, si la sexualidad funciona en base a un sistema
homeostático, autorregulado, es posible pensar en una configuración
de la vida social que siga las mismas pautas: «El instinto
sexual constituye una de las más importantes necesidades
del organismo humano, pocos son los que saben comprender la
poderosa influencia que la vida sexual ejerce en los sentimientos,
en el pensamiento y sobre las acciones individuales y colectivas
de la humanidad» (Hoja Sanitaria, 1924, Nº 4).
Es en este marco que la sexualidad pasa a ocupar un lugar
estratégico dentro del programa trazado por la Hoja, ya que comienza
a operar como un fenómeno fundamental de la vida
humana que habrá de ser considerado para el adecuado funcionamiento
del órgano social. Se establece así una sexualidad
inscrita, por una parte, en lo natural, lo biológico, lo instintivo
que permite desplazar el tabú del sexo como práctica consignada,
hasta ahora, en el orden de lo privado; y por otra, en el orden
práctico, es decir, en lo referido a la promoción de prácticas que
aseguren el mantenimiento de un lazo natural entre sexualidad
y salud.
Dicho programa se proyecta en tres momentos concatenados
en una suerte de tránsito dialéctico. El primero se orienta
a mostrar el cuerpo y su funcionamiento, atendiendo al fuerte carácter
instintivo y animal del mismo. En esa línea, la sexualidad
entra en la esfera de un saber médico positivista, neutro y predominantemente
descriptivo. Un segundo momento vinculado
al anterior, señala la emergencia de una relación significativa
entre dicho cuerpo biológico, sus condiciones y necesidades, y
la sexualidad desde su pura negatividad, o sea, desde la enfermedad.
Dicha condición es entendida ya no solo como el simple
padecimiento individual, sino que también emerge como la traducción
sintomática del cuerpo social enfermo. Es decir, habría
en esto un giro epistémico que permitiría el desplazamiento de
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 119
la enfermedad, desde el campo de lo puramente individual hacia
el de lo colectivo. Aquí, por ejemplo, cobra fuerza en los
análisis de los médicos anarquistas la noción de «enfermedad
social» o «enfermedad de la república». En un tercer momento
es posible notar la emergencia de un relato sobre la sexualidad,
ya no entendida exclusivamente a partir de su inscripción en
el orden de lo natural, necesaria para el adecuado desarrollo de
las dimensión biosocial del ser humano, sino que en función
de la incorporación de un elemento ético-normativo con carácter
explícito. En otras palabras, se inscribe en el cuerpo individual
—subsidiario del cuerpo social— una heteronormatividad
centrada en el reconocimiento de reglas que devienen en un
proceso de «individualización». En último término, emerge un
cuerpo nuevo cuyo orden se encuentra fuertemente determinado
por una dimensión psicológica de la vida humana. El problema
de la enfermedad se desplaza, de este modo, desde las patologías
centradas en bacterias y gérmenes, hacia la neurosis como
recurso explicativo de la organización de las masas y de la lucha
de clases.
Es pertinente, entonces, preguntarnos ¿es posible describir
la cartografía de conexiones que el programa de la Hoja traza
entre un conjunto heterogéneo de discursos, prácticas, instituciones,
profesionales, colaboradores, imágenes, entre otros? Al
parecer, tal tarea se hace insostenible en la medida en que dichas
conexiones están en constante devenir. Sin embargo, resulta
plausible describir aquello que aparece como criterio unificador
de dichos elementos, a saber, un modo específico de entender
la salud del cuerpo y su relación con la enfermedad. Lo anterior
se observa, primeramente, en la urgencia de un lenguaje tanto
médico como literario, orientado a la descripción precisa y pormenorizada
de un cuerpo biológico, sus partes constitutivas y
sus modos de funcionamiento. Este singular modo escritural
permite que un cuerpo considerado hasta ahora extraño —pero
que, paradójicamente, reside en el interior de uno mismo—,
se vuelva propio, logrando así homologar la solidaridad interna
de los órganos con la unión externa del cuerpo social. De este
120 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
modo, el campo médico de principios del siglo XX desarrolla
un modo escritural en el que la descripción científica positivista
se presenta llena de filtraciones alegóricas, logrando inscribir
la retórica de la comunidad en la interioridad microscópica
del cuerpo. Al respecto, Gandulfo señalaba a propósito de los
espermatozoides:
Y ya que conocemos bien en nacimiento y la contextura de este
animalículo, sigámoslo —en curiosa peregrinación— a lo largo
de las vías genitales masculinas; palpemos los accidentes de su camino
y anotemos la acción cooperadora de las glándulas anexas
que —cual José de Arimatea— van lubricando el calvario de este
pequeño ser que —cuando tiene la fortuna de caer en la vagina
de una mujer y penetrar al útero o vientre venciendo a sus demás
hermanos espermatozóideos— muere, gloriosamente, decapitado
por el huevo de la hembra, yendo su cabeza a perpetuarse en la
formación del nuevo embrión, mientras su cola es expelida, tristemente,
con los detritus, en la orina que se vacía en las alcantarillas
o en las acequias […] Salgamos, cabalgando fraternalmente sobre
un espermatozoide, del conductillo espermático, en cuya pared
nació nuestro coludo jamelgo (Hoja Sanitaria, 1924, Nº 2).
Otra posible consecuencia, derivada de lo anterior, reside
en la caracterización de un modo de organización del cuerpo
biológico que se hace posible, y hasta deseable, replicar en el
cuerpo social. Esto, bajo la premisa del orden natural entendido
como un repositorio de leyes y principios de organización de
las relaciones entre las partes. De este modo vemos en la Hoja
Sanitaria una caracterización, ya no solo del cuerpo individual
sino también de las «relaciones entre los cuerpos», en un espacio
que circula de manera aparentemente homogénea entre la corporalidad
y las formas de organización y preservación de lo social.
Lo anterior queda de manifiesto en el siguiente extracto de
la Hoja Sanitaria, a propósito de la enfermedad del alcoholismo:
Hemos insistido sobre el hecho fundamental, innegable y no negado,
de que el alcohol es un veneno. Hemos hecho ver además
que es el más terrible de los venenos conocidos: en primer lugar
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 121
porque es peor que la estricnina, el arsénico o el cianuro de potasio,
que atacan al cuerpo, mientras que el alcohol es veneno del
cerebro; en segundo lugar, porque es más difundido que sus congéneres,
que intoxican también el sistema nervioso, la morfina, el
opio, la coca, etc.; en tercer lugar, porque el alcohol, además de
atacar el espíritu, daña también al cuerpo, y en grado no pequeño;
en cuarto lugar porque perjudica directamente al germen de la
raza, que nace así con los estigmas de la idiotez, de la epilepsia
o del crimen, y por último, porque la intoxicación alcohólica favorece
directamente la aparición de las enfermedades venéreas,
sobre cuyos peligros habría volúmenes que escribir. Pero, como
si todo esto fuera poco, el alcohol que daña al individuo y daña a
la familia, daña también al Estado […] no se necesita perspicacia
de un Talleyrand para comprender que todo lo que causa un perjuicio
a cada una de las partes que componen un todo, perjudicará
también al todo; y así, el Estado, compuesto por familias, sufrirá
las consecuencias del mal sufrido por ésta (Hoja Sanitaria, 1925,
Nº 9).
Podemos desprender de lo señalado que en la Hoja Sanitaria
emerge progresivamente un anudamiento singular entre los
polos «naturaleza-cultura», marcando en sus líneas la subsistencia
de un telos que invocará la domesticación y adecuación de la
primera a la segunda. En otros términos, interpretamos que se
hace posible vislumbrar en el pasquín sanitario un principio originario14
centrado, no en la naturaleza instintiva del hombre, sino
más bien en un antagonismo bi-polar que a partir de sus condi-
14 Aludimos a la noción problemática de principio, tal y como la desarrolla
el filósofo vasco Patxi Lanceros, entendido como la imposición de una
serie de criterios ordenadores que delimitan un campo de visibilización,
un reconocimiento de unas (y no otras) condiciones de posibilidad a partir de
la inscripción de reglas que esconden sus condiciones enunciativas, pero
que permiten proyectar un sentido, un tránsito hacia una finalidad que de
ningún modo puede ser comprendida como esencial. En sus palabras: «la
modernidad no se ha librado del viejo prestigio de un orden superabundante,
de un orden absoluto, tendencial y tendenciosamente universal
y necesario. Pero ha tenido que construirlo, producirlo o inventarlo en
un contexto particular, caracterizado, entre otras cosas, por un mundo
“desencantado”, una multiplicidad ética y una inmensa capacidad técnica
» (Lanceros, 2014: 12).
122 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
ciones enunciativas prescribe las condiciones que salvaguardan
dicha relación dicotómica, asegurando de este modo los intereses
de una humanidad enlazada a unos marcos donados por el
ideario ilustrado.
No obstante lo anterior, lo particularmente penetrante de
dicho anudamiento reside en el carácter eminentemente dialéctico
que se aprecia en esta relación: la naturaleza, en tanto
fuente originaria de impulso del hombre para la construcción
de su proyecto, requiere de ser superada a partir de sus propias
condiciones ordenadoras. Es a partir del modelamiento del orden
prescrito por las leyes naturales, en este caso materializadas
en el funcionamiento microscópico, funcional y sistémico del
organismo humano, que se puede acceder a una organización
social proyectada sobre las bases de lo que a la postre constituirá
la superación del mero carácter natural del instinto.
Es dentro de este esquema epistémico que la sexualidad
emerge como categoría de relevancia fundamental al interior de
la Hoja Sanitaria, considerando la articulación entre la naturaleza
instintivo-animal que aparece enunciada de diversas formas
dentro del pasquín, y el marcado carácter prescriptivo-normativo
que comenzará a emerger progresivamente asociado a dicha
noción, es decir, como parte de un discurso general —de
la salud— que vincula las determinantes biológicas de la vida
sexual un «adecuado desarrollo», materializado en la posibilidad
real de establecer vinculaciones significativas ligadas a la cuestión
social. Es así como se podría explicar la emergencia de una
dimensión moral asociada a la sexualidad, a saber, entendida
como una dimensión de la existencia humana que, para lograr
articularse dentro de un proyecto cuya finalidad es la de conformar
un «sentido común» civilizado y propio, debe encausarse
dentro del marco intelectual y moral propuesto por Gandulfo
en el periódico inaugural. Esto permitirá, a la postre, generar
una categorización de la vida sexual fundada en una serie de
distinciones agrupadas en registros que transitan entre lo «normal
» y lo «patológico». A continuación intentaremos dar cuenta
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 123
de los momentos o intersticios que componen el devenir de la
sexualidad al interior de los límites dispuestos alrededor de la
Hoja Sanitaria.
Primer intersticio: el cuerpo abierto
Los primeros dos números de La Hoja Sanitaria describen y
explican prolijamente los órganos sexuales. A pesar de que su autor,
el médico Juan Gandulfo, señale al comenzar su trabajo que
«en un artículo de revista no podemos entrar en una descripción
minuciosa y cansada» (Hoja Sanitaria, 1924, Nº 1), logra sin
problemas dar luz, a través de figuras, esquemas, gráficos y textos,
a aquellas estructuras y funciones internas antes ocultas a la
mirada laboriosa del trabajador. El texto no repara en detalles: se
describen espermatozoides, sistema urogenital, testículos, ovarios,
cortes frontales de ambos aparatos, etc., todo acompañado
de datos didácticos y curiosos:15
15 A propósito de la composición de la esperma, al autor señala: «Un autor
francés dice que si se guisara el esperma, resultaría un plato nutritivo y
sabroso, a juzgar por las sustancias que lo componen» (Hoja Sanitaria,
1924, Nº 1). Otro ejemplo interesante resulta ser las descripciones comparativas
con otras especies: «En las aves los testículos están en la cavidad
abdominal, por debajo de los riñones; en los ratones están más o menos,
en el mismo sitio y bajan a las bolsas en el período del celo; en el embrión
humano descienden desde igual punto, a medida que aquel se desarrolla
hasta alcanzar las bolsas poco antes del nacimiento» (Hoja Sanitaria, 1924,
Nº 1). O en relación al óvulo el autor explica: «Normalmente, la hembra
pone tantos huevos como hijos produce: en la mujer es uno, mientras en
la perra, por ejemplo, son varios; sin embargo, en la mujer hay postura
ovárica doble o triple dando lugar al embarazo gemelar doble o triple»
(Hoja Sanitaria, 1924, Nº 2). Resulta muy interesante también las referencias
a creencias populares en el ámbito sexual. Al respecto, Gandulfo
señala al explicar la estructura de la vagina: «Es un tubo cuyas paredes
(anterior y posterior) se adosan en reposo y se separan cuando el pene
entra en la vagina. Este tubo es musculoso-membranoso y en su parte
inferior se encuentra un músculo atrofiado que lo circunda y que, en
ciertas ocasiones, se halla muy desarrollado, a tal extremo, que la mujer
puede —voluntariamente— contraer la vagina y retener el pene del hombre
en ella»; pero a continuación, en una nota a pie de página señala: «Esto
124 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
Si descendemos, entre los muslos de una mujer, desde el monte
de venus o pubis, terminamos en la vulva […] El monte de Venus
está cubierto de pelos en la mujer púber. Pelos que cubren a dos
grandes pliegues cutáneos, llamados labios […] Entreabriendo
los grandes labios, aparecen dos repliegues menores llamados pequeños
labios, cuyas extremidades superiores se dividen en dos
franjas uniéndose la más externas y superiores hasta formar un
capuchón o gorro a un nuevo órgano: el clítoris, que se asemeja
a un pequeño pene, cuyo frenillo está formado por las franjas inferiores
de los pequeños labios. Los pequeños labios y el clítoris
están constituidos de tejido eréctil, tal como el pene en el hombre,
y cuando la mujer se excita se ponen duros y turgentes aplicando
—en el coito—la extremidad del clítoris sobre el dorso del pene
para producir en parte, el orgasmo en la mujer (Hoja Sanitaria,
1925, Nº 2).
Este ejercicio descriptivo responde a principios de organización
que consideran al cuerpo como el punto de partida y de
llegada de toda reflexión, una suerte de espacio prístino y original,
cuya definición, delimitación y heterovaloración emergen
en la Hoja desprendidas de todas aquellas rémoras culturales
—inscritas en otro tipo de archivos—16 que operan desde criterios
de eficacia distintos a los raciales-biológicos que configuraron
muchas de las políticas estatales durante el proceso de
construcción del estado nación.17 Al respecto, el desplazamiento
es lo que nuestro pueblo llama choco y las mujeres que tienen la fortuna
de poseerlo, son muy apetecidas. Se trata en estos casos de una regresión
atávica, pues este músculo se encuentra en estado normal en la yegua y
en la perra, lo que explica en parte el abotonamiento de esta con el perro,
después del coito» (Hoja Sanitaria, 1925, Nº 2).
16 Al respecto, André Menard señala a propósito de las diferencias entre la
lógica archivística mapuche y la estatal que «nos permite entender el fenómeno
colonial como un problema de superposiciones de luchas entre
archivos distintos» (Menard, 2013: 43).
17 En relación al factor racial que determinó el proceso de la formación estatal
decimonónica chilena, André Menard señala que «al favorecer en
primer término el registro de la relación de filiación, lo que está haciendo
es construir la identidad sobre la base de un dato biológico y natural,
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 125
de ciertos tabúes sexuales que operan en las descripciones de
Gandulfo permiten confrontar las creencias populares con el
detalle microscópico de la mirada médica. La virginidad, por ejemplo,
asociada comúnmente a la rotura del himen —en las culturas
locales y en otras— pasa a ser cuestionada en la descripción
minuciosa de la membrana:
La desembocadura de la vagina se encuentra —a veces— en la
mujer virgen obsturada parcialmente por una membrana perforada
en distinta forma llamada hímen (sic). Es esta membranita
que se rompe también a veces […] en el himeneo, la que el vulgo
interpreta como signo de la virginidad en la mujer […] Es ese un
craso error, pues hay mujeres de hímen elástico y semilunar, que
lo conservan después de coitos repetidos y solo se les desgarra durante
el parto. En cambio, hay mujeres que tienen solo indicios de
hímen, al nacer; y otras que lo tienen muy frágil y se les desgarra
al cabalgar, montar en bicicleta o caer a horcajadas […] De modo
que la existencia o la no existencia del hímen no es una prueba
absoluta de la virginidad en una mujer (Hoja Sanitaria, 1924, Nº
2).18
Sin embargo, no se observa en este trabajo minucioso la voz
severa del sabio que castiga como idolatría la, otrora, creencia
popular, sino más bien se establece sutilmente un principio de
división de los sexos que responde a una naturaleza sapientísima,
pero que se adapta al progreso humano. En esta dirección,
Gandulfo explica cómo la sexualidad, la cultura y el progreso se
anudan en una modernidad que avanza hacia en reencuentro de
los sexos y de su función natural:
coherente con su voluntad preferencial por sancionar el problema de la
herencia: herencia económica, jurídica y biológica. Se establece así una
suerte de superficie de inscripción definida por el carácter dado por lo
natural, es decir anterior a toda construcción social, histórica o política.
Aparece aquí la centralidad del registro civil dentro del archivo estatal,
en la medida en que funciona como el registro de una serie de datos biológicos:
nacimientos y defunciones, sobre una superficie de inscripción
naturalmente dada y homogénea» (2013: 41).
18 Las cursivas son nuestras.
126 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
Había ciertos pueblos en la antigüedad, en que las mujeres —
durante la pubertad—ofrendaban su hímen a los dioses. Iban las
muchachas, después de la primera menstruación, a los templos
y —previa una oración ritual— cabalgaban ídolos con penes de
bronce que le desgarraban la famosa membranita. Hoy, como
todo se ha humanizado, son los hombres encargados de los ritos
de ciertas religiones, los destinados a reemplazar en una forma
dulce y blanda a los ídolos fríos y crueles (Hoja Sanitaria, 1924,
Nº 2).
Segundo intersticio: la enfermedad social
Un segundo momento, en esta cartografía de la vida sexual,
se encuentra marcado por la inclusión de una serie de prescripciones
orientadas a la necesidad de cuidado y salud del cuerpo.
Encontramos cuantiosas referencias de médicos especialistas,
entre ellas las del médico mexicano Dr. Manuel Uribe y Troncoso,
destacado oftalmólogo e investigador reconocido por sus
labores ligadas a la vinculación entre salud pública e higiene escolar.
En su estudio llamado «Enfermedades más frecuentes de
los alumnos de los establecimientos de educación primaria del
Distrito Federal», presentado en el Primer Congreso Científico
Mexicano del año 1912, el Dr. Uribe y Troncoso enfatizaba la
importancia de la inspección escolar para la prevención, diagnóstico
y tratamiento de enfermedades infecciosas de los estudiantes
en desarrollo (Granja, 2001). La inserción de los escritos
del oftalmólogo, en el contexto de la Hoja Sanitaria, proponen
la apertura a una dimensión causal explícita entre el trabajo y la
salud, teniendo como punto de convergencia el cuerpo. En sus
palabras:
La gran razón por la cual todo el que quiere gozar de las cosas
agradables y hermosas de la vida no puede consagrarles por completo
su tiempo y su pensamiento es que necesitamos disfrutar de
salud para gozar el mundo y que tenemos que trabajar para poder
subvenir a las necesidades de nuestros cuerpos y conservarlos con
salud […] La naturaleza nos ha dado a cada uno un cuerpo, y
en este cuerpo tenemos que vivir mientras estemos en el munel
«entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 127
do. Cuando nuestros cuerpos están sanos y fuertes gozamos de
la vida; vemos y sentimos la belleza del mundo; pero cuando la
enfermedad y el dolor llegan a nosotros, poco placer nos proporcionan
las cosas que pueden servir para nuestro goce. Es por esto
que debemos tener cuidado con nuestros cuerpos, si queremos
gozar de los placeres de la vida y hacer el trabajo que aguarda a
cada uno de nosotros en este mundo (Hoja Sanitaria, 1924, Nº 3).
En el número siguiente de la Hoja Sanitaria, correspondiente
al número 4 del año 1924, aparece por primera vez el
apartado denominado «Instinto Sexual». En este suplemento
del pasquín anarcosindicalista, queda explicitada la relación entre
una disposición causal que vincula la dimensión del placer
con una sexualidad que tiene por finalidad la reproducción. La
formulación explicativa de esta relación se erigió en base una
etiología del desarrollo de la dimensión sexual, refrendando así
la necesidad perentoria de cobrar conciencia sobre la importancia
de satisfacer las pulsiones como parte de un proyecto de vida
saludable. En términos del Dr. Heinz Starkenburg,19
la satisfacción de los sentidos es condición absolutamente esencial
para la salud corporal y física del hombre: amortigua, aunque
solo sea en parte, este fuego ardiente, al menos en aquello que es
posible; ocasiona daños muy serios, y la más de las veces irremediables,
a la vida física y moral del hombre (Hoja Sanitaria, 1924,
Nº 4).
Es en este punto en donde se hace posible pesquisar la
emergencia de una negatividad de una salud sexual deviniendo
potencialmente en enfermedad. De este modo se establece
la fundamentación para comprender la patología como la interrupción
—quiebre de un estado ideal de salud natural mediante
formaciones sociales represivas—, de las leyes contenidas en
19 El Dr. Starkenburg es reconocido especialmente por haber sido redactor
de la revista Der Sozialistische Akademiker (El académico socialista), que en su
Nº 20 del año 1895 publicará una carta de F. Engels dirigida a W. Borgius,
a propósito de cómo las condiciones históricas se ven condicionadas por
las relaciones económicas (Engels y Marx, 1974).
128 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
el instinto que convocan permanentemente al hombre a satisfacer
su deseo: «Debéis considerar, pues, la satiriasis, la epilepsia,
la locura, el histerismo y otros males, como consecuencia de haber
descuidado la vida sexual; llama también la atención sobre
el extraordinario contingente que los célibes proporcionan a los
manicomios» (Hoja Sanitaria, 1924, Nº 4).
Así continua el pasquín sanitario su abordaje sobre las enfermedades
sexuales. Ya en el número 5 de la publicación, del
año 1925, se enuncia de manera explícita un discurso que propone
un lazo natural entre la sexualidad, como ausencia o quiebre
del desarrollo del impulso, y la aparición de una serie de enfermedades
concomitantes. Es el mismo Dr. Starkenburg quien
propone una apología a la realización de la finalidad donada por
la naturaleza sexual de los hombres. Lo anterior queda refrendado
al señalar que, «El instinto sexual, en sí, no es otra cosa que
la naturaleza» (Hoja Sanitaria, 1925, Nº 5), intentando mostrar
de qué manera el hombre urbano ha tendido progresivamente
a alejarse de su condición natural virtuosa debido a su adscripción
a costumbres morales propias de unas condiciones de vida
modernas, desvinculadas del instinto natural:
Esto proviene de las condiciones de la civilización de nuestro siglo,
artificialmente conducido a una altura verdaderamente ruinosa
[…] la vida moderna, y especialmente la de las personas cultas,
está refinadamente modelada cínicamente dispuesta para una
excitación hipertrófica y despiadada opresión de la vida sexual.
Quién se vea arrastrado a vivir en tal ambiente, viene forzosamente
obligado a caer en brazos de la más desenfrenada lascivia y
a cometer actos contra la naturaleza (Hoja Sanitaria, 1925, Nº 5).
Acto seguido, aparecen minuciosamente descritas una serie
de enfermedades vinculadas a la práctica sexual misma. No
obstante, llama la atención el hecho que en este punto dichas
patologías comienzan a abordarse en una asociación con el ámbito
de la salud pública. En esta línea, es posible observar la
emergencia de una cartografía de la enfermedad sexual operando
en dos tiempos: por un lado, desvinculando la sexualidad de
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 129
su condición exclusivamente instintiva, tal como aparecía en las
primeras publicaciones del pasquín sanitario, y reemplazando
dicha comprensión por una que pone el énfasis en una práctica
sexual como fuente potencial de enfermedades asociadas a estilos
de vida «públicos», que, en su desarrollo, llegan a afectar la
dimensión privada de la existencia;20 por otro lado, caracterizando
de forma gráfica el desarrollo de las enfermedades sexuales,
particularmente la sífilis y la gonorrea, entendidas ahora como
asuntos que afectan, principalmente, al cuerpo social:21 «Pro-
20 Vemos en esto un punto de unión entre la «vida pública» y la «vida privada
», concentrado alrededor de la familia como eje de anudamiento entre
ambos espacios. Esto queda de manifiesto, por ejemplo, en los insertos
de la Hoja Sanitaria que advierten a la población sobre los potenciales
peligros que provoca la ausencia de tratamiento de las enfermedades
venéreas: «AVISO DE IMPORTANCIA. Es del mayor interés para el
enfermo curar radicalmente su purgación. El menor derrame que persiste
(gota militar) puede tener las más graves consecuencias: 1) Para el
enfermo: El derramo se hace crónico (gota militar) que es mucho más
difícil de curar. Expone a complicaciones de la vejiga (cistitis), de los
testículos (orquitis) y del canal de la uretra (estrechez). Las estrecheces
pueden complicarse después de un tiempo más o menos largo, a veces
algunos años con afecciones gravísimas que suelen ser causa de muerte.
2) Para la mujer del enfermo: Esta es contaminada seguramente por las
relaciones sexuales. Empieza a tener dolores en el vientre y ores blancas.
Muchas veces se in ama el ovario y la matriz, haciéndose necesario una
operación quirúrgica para extirparlos; y la mujer queda definitivamente
imposibilitada para tener hijos. 3) Para los hijos: Aquellos que nacen de
madres contaminadas están expuestos a accidentes sumamente graves en
los ojos; en el momento del parto los ojos se ensucian con al pus de la
madre, resultando de ello una in amación de la vista que suele acarrear
la ceguera definitiva. En resumen, la gonorrea o purgación no es una
enfermedad insignificante. Las consecuencias son siempre muy graves y
por esta razón esta enfermedad debe ser tratada con constancia hasta su
completa curación» (Hoja Sanitaria, 1925, Nº 5).
21 Un ejemplo de las mentadas descripciones se puede apreciar en el siguiente
parágrafo: «La sífilis, cuya primera manifestación (chancro duro)
no aparece sino al cabo de tres semanas después del contagio produce numerosos
accidentes de la piel (manchas rojas, caída del pelo), de las mucosas
(placas mucosas de la boca y de la garganta, MUY CONTAGIOSAS),
de los ojos, etc., y provoca frecuentemente después de un número
variable de años la locura, la parálisis, la pérdida de la vista y otras en130
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
téjase Ud. contra las enfermedades venéreas y proteja también
a sus hijos. Si está Ud. Atacado por ellas cúrese bien y sanará.
No hay enfermedades vergonzosas, pero es vergonzoso no medicinarse
y transformarse en un peligro para los demás» (Hoja
Sanitaria, 1925, Nº 5).
En esta misma línea el médico psiquiatra alemán Richard
von Krafft-Ebing,22 cuyos textos componen una parte importante
de las alusiones a la sexualidad en el periodo intermedio
de la Hoja Sanitaria, aborda la cuestión sexual a partir de la consideración
de la dimensión biológica de la enfermedad sexual
como potencial núcleo conflictivo para las interacciones sociales,
particularmente conjurando la dimensión ético-moral de la
vida humana. En palabras del siquiatra:
fermedades graves. Favorece la aparición de la tuberculosis y del cáncer.
Muchas personas mueren así como consecuencia de la sífilis contraída
17, 20 o 30 años antes y que no fue curada o mal medicinada. En la mujer
determina además abortos, niños muertos, débiles y mal conformados
(labio leporino, pie chueco) u otros trastornos hereditarios más profundos
(idiotez, epilepsia o gota coral, etc.). El alcohol y la vida desarreglada
aumentan considerablemente los funestos efectos de la sífilis. La blenorragia
o purgación, a la cual se da habitualmente tan poca importancia,
puede dar complicaciones graves de las articulaciones o coyunturas y de
los órganos genito urinarios. En el hombre, la orquitis o in amación de
los compañones o testículos puede ser la causa de la esterilidad definitiva.
En la mujer, la blenorragia es la causa habitual de la metritis (1), de la
salpingitis (2), que necesitan muy a menudo operaciones y que dejan a la
mujer en la imposibilidad de tener familia. El pus de la blenorragia llevado
sobre el ojo provoca una grave enfermedad debido a la cual muchos
niños contagiados en el momento de nacer quedan ciegos. La blenorragia
se prolonga a veces indefinidamente, tanto en la mujer como en el hombre,
en forma de gota militar, que es casi siempre tan contagiosa como la
gonorrea aguda […] La sífilis y la blenorragia son causa de sufrimientos,
de inquietudes para los individuos, de desorganización para la familia y
de debilitamiento para el país» (Hoja Sanitaria, 1925, Nº 5).
22 Cabe notar que su libro Psychopathia Sexualis (1886), se transformó en
referencia fundamental para profesionales del campo de la medicina y
del ámbito jurídico decimonónico europeo, desvelando las rentabilidades
surgidas a partir de una relación causal entre las disposiciones naturales
de la conducta sexual humana y sus posibles desviaciones.
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 131
El hombre se pone en el mismo nivel de las bestias al buscar únicamente
satisfacer su lujuria, pero se eleva a una posición superior
al combinar las funciones sexuales con las ideas de moralidad, de
lo sublime y lo bello […] el sentimiento sexual es la base sobre
la que se desarrolla el avance social […] No hay duda que la vida
sexual es el factor más poderoso de las relaciones sociales de un
hombre, revelando los poderes de la actividad, de la adquisición
de propiedades, del establecimiento de un hogar, del despertar
sentimental hacia una persona del sexo opuesto, hacia sus propios
asuntos así como los de toda la raza humana. El sentimiento
sexual es como la raíz de todas las éticas, así como también del
ascetismo y de la religión (Krafft Ebing, 1904: 1).
Tercer intersticio: la «individualización»
y la formación de una «identidad sexual»
Luego de un sostenido silencio, de más de un año, respecto
de las publicaciones sobre el Instinto Sexual, en La Hoja número
17, correspondiente a Junio de 1926, se retoma el tema de la
sexualidad. Sin embargo, en este punto las publicaciones se dedicarán
a estrechar los lazos entre esta dimensión de la vida humana
y la educación. En este momento se recurre a los escritos
del Dr. Gregorio Marañón, renombrado médico endocrinólogo
de origen vasco, cuyas ideas aportarán a tender un puente entre
los procesos fisiológico-orgánicos centrados en las secreciones
hormonales internas, las diferencias sexuales y su vinculación
con los roles sociales, tanto de hombres como mujeres, generando
así una conexión entre la diferenciación de los sexos y el
trabajo (Castejón, 2013). En otras palabras, dicho impulso del
Dr. Marañón, centrado en un determinismo biológico sostenido
a través de una sexualización del organismo, tendrá por
objetivo anudar el problema sexual a la vida social a través del
trabajo: «el trabajo es, en cierto modo, una función de orden
sexual, un verdadero “carácter sexual”» (Marañon, 1972: 268).
La inclusión de los escritos del Dr. Marañón constituyeron
la apertura de una nueva escena en el devenir de la Hoja Sanitaria.
El carácter eminentemente pedagógico y moral de sus textos
132 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
viene a desplazar al carácter descriptivo aportado por el discurso
médico positivista, materializado en las primeras publicaciones
del año 24. En esta nueva línea editorial sobre la sexualidad, el
discurso de Marañon permite aún reconocer la presencia del
instinto natural como motor de la acción humana, aún cuando
tiende a situar el carácter problemático del mismo. Dicho elemento
conflictivo, aportado por los instintos naturales, debe,
entonces, verse subsanado por una orientación hacia el trabajo:
El instinto de perdurar en el individuo y en la especie son los
motores subterráneos de su actividad en sus formas más variadas.
Pero el cumplimiento de estas obligaciones ineludibles, es empresa
llena de dificultades. Para vivir tiene que trabajar con dolor
o cometer la villanía de vivir del trabajo de otros; y para reproducirse,
tiene que pasar por las horcas caudinas de las múltiples
desarmonías de la vida sexual (Hoja Sanitaria, 1926, Nº 17).
La «pedagogía sexual» propuesta por Marañón se centra en
puntualizar la etiología social de los sexos a partir de un proceso
explicativo centrado en la diferenciación y progresión hacia un
proceso de «individualización». Vemos en él claros indicios de
una influencia psicoanalítica, particularmente en lo que dice relación
con la construcción metapsicológica freudiana sobre las
diferencias anatómicas de los sexos. En otras palabras, Marañon
introduce una visión sobre el adecuado desarrollo sexual a partir
de la superación de un estado inicial —natural— marcado por la
«bisexualidad constitucional».23 Es en esta línea que los escritos
23 El esquema metapsicológico de la «bisexualidad constitucional», propuesto
por el psicoanalista Freud, remite a la idea que todo ser humano
nacería con una mezcla de rasgos masculinos y femeninos. Dicho momento
iniciático debe superarse para lograr un adecuado desarrollo del
aparato sicosexual. Para lograr dicho cometido se debe transitar por una
serie de etapas pregenitales y cuyo zenit se encuentra en la resolución edípica,
a partir de la gestión diferenciada del complejo de castración, habilitando
así el paso hacia una diferenciación total: «En este lugar se bifurca
el llamado complejo de masculinidad de la mujer, que eventualmente, si
no logra superarlo pronto, puede deparar grandes dificultades al prefigurado
desarrollo hacia la feminidad. La esperanza de recibir, alguna vez, a
pesar de todo, un pene, igualándose así al varón, puede conservarse hasta
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 133
del Dr. Marañon muestran un marcado carácter formativo. En
su trabajo titulado «La Educación y la Diferenciación Sexual»,
texto publicado íntegramente a lo largo de cuatro números de
la Hoja Sanitaria, se describen de manera abierta las relaciones
existentes entre las desviaciones sexuales, los problemas asociados
a la salud biosíquica de los individuos y sus concomitantes
para la vida social. En estos pasajes se consolida, de manera novedosa,
la relación entre el cuerpo biológico y una nueva forma
de organización del binomio salud-enfermedad a partir de una
mirada psíquica interiorista, centrada ahora en el problema de
la neurosis.
Partiendo de la base de los mentados procesos de individualización,
el médico español centra la discusión en torno a lo
siguiente:
Creemos en la necesidad de una diferenciación sexual progresiva,
pero no solo en el hombre sino también en la mujer. Nadie puede
épocas inverosímilmente tardías y convertirse en motivo de extrañas acciones,
de otro modo incomprensibles. O bien sobreviene el proceso que
me gustaría denominar desmentida, que en la vida anímica infantil no es
raro ni muy peligroso, pero que en el adulto llevaría a una sicosis» (Freud,
2000: 271-272). Se hace interesante notar que dicho proceso aparece asociado
de manera inextricable a un proceso represivo, transformando las
pulsiones parciales y autoeróticas en formas legitimas de canalización de
dichas pulsiones, ahora proyectadas sobre un objeto completo en base a
una noción de amor genital que permite anudar la meta sexual última —
la unión de los genitales— a la función reproductiva, socialmente beneficiosa,
de la especie humana. El psicoanálisis freudiano conjura la función
del amor como fundamental para el desarrollo de la vida síquica y su
interacción con las formaciones culturales, a partir del desplazamiento
pulsional que emerge de la lucha entre individuo con su entorno. Serían,
por decirlo de algún modo, las transformaciones que debería tolerar el
sujeto para devenir en un ser social a partir de la regulación de los vínculos
recíprocos. Recordamos, respecto de los destinos de la pulsión, la
diferencia entre el «amor sexual genital», orientado al vínculo amoroso
que permite la preservación de la especie bajo el régimen monogámico, y
el «amor por meta inhibida», que lleva a la configuración de fraternidades
que se ordenarán en torno a actividades productivas y productoras de
desarrollos culturales (Freud, 1986).
134 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
sostener hoy día que la esencia de la masculinidad sea superior a la
de la feminidad. Son simplemente distintas; su excelencia depende,
justamente, de su distinción, que debe llevarse hasta su máximo.
El varón deberá sofocar, como decía Weininger, los restos
que tiene de mujer y exaltar los elementos propiamente varoniles;
pero paralelamente, la mujer deberá exaltar su feminidad; para alcanzar
unos y otros el auge de la individualización sexual, que da
el máximum de garantías para que el cumplimiento del instinto
de reproducción no se convierta en manantial de desdichas (Hoja
Sanitaria, 1926, Nº 19).
Es posible observar en las palabras del Dr. Marañón una
sofisticación del discurso médico, ampliando los límites de los
campos de acción de lo instintivo en lo referente a la condición
animal de lo humano, pero desplazándolo a nuevos espacios a
través de la definición de las perturbaciones sexuales. Esto hace
que lo instintivo, otrora relacionado con aquello que permitía el
adecuado desenvolvimiento social del individuo, se transforme
ahora en una condición potencial de patología y anormalidad en
la medida en que no sea sometido a una regulación respaldada
por los saberes científicos, es decir, aquellos saberes que permiten
poner en perspectiva, cobrar conciencia y tomar distancia
del elemento puramente animal contenido en el individuo
humano:
La naturaleza manda, pero el hombre puede disciplinar sus impulsos,
como puede encauzar los torrentes aunque no logre que
las aguas corran cauces arriba. Un principio fundamental para la
explicación de las variaciones de los instintos y para su posible pedagogía,
es precisamente éste: las influencias externas, el medio y
por lo tanto la educación, pueden actuar no solo sobre los elementos
nobles de nuestra psicología, sobre nuestros pensamientos y
sentimientos; no solo sobre nuestros instintos ya desarrollados,
sino, en cierto modo también, sobre la base orgánica donde los
instintos manan sigilosamente, como mana de la roca el hilillo
de agua que luego se convertirá en río caudaloso (Hoja Sanitaria,
1926, Nº 20).
Entendemos este desplazamiento del discurso médico-sanitario
como la apertura a un nuevo espacio de visibilización de la sexuael
«entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 135
lidad, posibilitando una cartografía de conexiones entre puntos
de marcado carácter heterogéneo, que en este nuevo escenario
se comienzan a concatenar de manera natural, armoniosa y comprensiva.
Asistimos, de este modo, a un proceso de medicalización
del cuerpo que, tal como nos plantea Foucault,
no debe ser solo el «corpus» de las técnicas de curación y del saber que
éstas requieren; desarrollará también un conocimiento del hombre saludable,
es decir, a la vez una experiencia del hombre no enfermo, y una
definición del hombre modelo. En la gestión de la existencia humana,
toma una postura normativa, que no la autoriza simplemente a distribuir
consejos de vida prudente, sino que la funda para regir las relaciones físicas
y morales del individuo y de la sociedad en la cual él vive. Se sitúa
en esta zona marginal pero, para el hombre moderno, soberana, en la
cual una cierta felicidad orgánica, lisa, sin pasión y musculosa, comunica
en pleno derecho con el orden de una nación, el vigor de sus ejércitos,
la fecundidad de su pueblo y la marcha paciente de su trabajo (Foucault,
2004: 61).
Ya en las cercanías de las últimas publicaciones del pasquín
sanitario continúan las referencias a los estudios del Dr. Marañón.
En el número 21, correspondiente al mes de marzo del
año 1927, se anuncia de manera explícita lo que a todas luces
podría ser interpretado como una prescripción moral-normativa
referida al comportamiento sexual, inscrita en los márgenes
de un proyecto civilizatorio orientado al ordenamiento de la
población obrera, específicamente en lo que refiere al adecuado
encausamiento de las relaciones amorosas:
No tiene duda que el ideal sexual del hombre normal debe ser el
amor monogámico. La única solución venturosa de la inquietud
de los instintos es la pareja unida por el amor. Un hombre puede
encontrar su felicidad en la solución poligámica, y el mundo está
lleno de ejemplos de este género. Pero ello será siempre a costa del
dolor y de la ignominia de muchas mujeres. Es, pues una solución
que solo puede aceptarse con un criterio de egoísmo sexual e individual
con el que no podemos transigir, y en cuanto a la mujer, la
que no aspire a la solución del varón único será o una asceta estéril
o una Mesalina; y tampoco se puede ser Mesalina sin el concurso
de hombre indignos […] La solución monogámica es peculiar al
136 el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo
hombre. Y es, por lo tanto, la expresión del grado máximo de evolución
amorosa […] Solo el hombre puede llegar a la monogamia
voluntaria y razonada (Hoja Sanitaria, 1927, Nº 21).
Vemos en el texto precedente de qué manera el instinto sexual
deviene enemigo de una razón que, promovida por otros
cauces, diferentes al puramente animal, permite al hombre
alcanzar un grado de perfección y felicidad centrado en la fidelidad
que asegura la relación heterosexual monógama. Esto
sugiere una separación del instinto que, aun cuando nunca se
abandona del todo, permite un tránsito hacia un estado de refinamiento
y ennoblecimiento donado por la fraternidad. Lo anterior,
como ya hemos planteado, supeditado al proceso previo
de individuación —de diferenciación sexual—, necesario para
el adecuado desarrollo del lazo afectivo: «Solo el hombre ha realizado
el milagro de engañar a su instinto con la amistad, y a la
sombra de esta darle cada día, como manjar distinto, el mismo
pan de siempre» (Hoja Sanitaria, 1927, Nº 21).
La última referencia al problema de la sexualidad publicada
en la Hoja Sanitaria data del mes de Abril de 1927. En ella aparece
lo siguiente:
¿Cuál será la fórmula práctica para esta pedagogía de diferenciación
de los instintos? Sin duda en el varón el estímulo del trabajo. Y
esto no es un mero y vago precepto de moral, sino un concepto
henchido de justificaciones biológicas. Es evidente, y no hace
mucho hemos explanado este tema, que la actividad social del
hombre, ya en su forma legítima y creadora, que es el trabajo
[…] Por ello el trabajo intenso es el camino recto que nos lleva a
la monogamia, por lo tanto, a la afirmación, pudiéramos decir a
la sublimación, de nuestra sexualidad […] ¿Y la mujer? […] La
verdad es que la mujer no podrá dar para la creación de las obras
maestras más que aquella parte de su alma que no esté absorbida
por las preocupaciones familiares; porque ninguna gloria podrá
jamás exonerarla de sus humildes funciones de madre, hacia las
cuales le impulsa el instinto, y a las que la naturaleza la destina
(Hoja Sanitaria, 1927, Nº 27).
el «entre» de la diferenciación sexual y la división del traBajo 137
En este último extracto emerge lo que a todas luces puede
ser interpretado como la síntesis del pensamiento del Dr.
Marañon. Esto dice relación con un fuerte esencialismo biológico
que deviene en una modalidad explicativa exclusiva de la
vida social —a partir de un ordenamiento natural de las funciones
y los roles sociales—,24 dejando fuera cualquier tipo de interpretación
socioeconómica de la vinculación entre el cuerpo
y lo social: «Diferenciación sexual. Ser hombres y mujeres en
toda su amplitud. En esto debe estribar fundamentalmente el
progreso sexual de la humanidad; que en parte vale tanto como
decir progreso moral» (Hoja Sanitaria, 1927, Nº 27).
En síntesis, con lo anterior nos vemos enfrentados a un esquema
de transición que cobra determinadas rentabilidades,
permitiendo atisbar nuevas —múltiples— conexiones dentro
de lo que podríamos denominar como un proceso de subjetivación
sexual del cuerpo obrero. Con esto nos referimos al lugar que le
cabe al trabajo dentro del esquema de la sexualidad diferenciada
y distribuida por roles, es decir, las desencadenantes naturales
biológicas respecto de las determinaciones diferenciales de la
vida social entre hombres y mujeres, a saber, en lo que concierne
al binomio entre la vida pública-privada. Lo anterior podría
leerse como un proceso de fundamentación de una determinación
biológica de la moral sexual.
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[1] El presente texto forma parte del estudio introductorio del libro La Hoja
Sanitaria. Archivo del Policlínico Obrero de la IWW Chile 1924-1927 (Fuster y Moscoso Flores, 2015). Sin embargo, se ha desplazado el objeto de análisis
hacia los discursos sobre sexualidad y trabajo presentes en la Hoja
Sanitaria de la IWW.
[2] Doctor en Ciencias Sociales y de la Comunicación, académico de la Universidad de Valparaíso. Correo electrónico: nicolas.fuster@uv.cl
[3] Doctor en Filosofía, académico de la Facultad de Artes liberales de la
Universidad Adolfo Ibáñez. Correo electrónico: pmoscosoflores@gmail.com
[24] Marañon señala, a propósito de las variantes masculinas-femeninas ligadas al trabajo, lo siguiente: «Todas las diferencias anatómicas […] nos
indican claramente que así como la mujer está construida para realizar la
completa función sexual primaria —concebir al hijo, incubarlo, parirlo y
lactarlo— […] las funciones secundarias son infinitamente más importantes
en el hombre que en la mujer […] Su anatomía y fisiología le impelen,
por tanto, a la lucha con el medio, a la actuación social» (Marañón,
en Castejón, 2013: 4).